Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
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Capítulo XX: RenovaciónLuego de un par de siglos de encierro, en que el mundo que estaba más allá de los límites de la losa frenó un poco su espíritu destructivo y ambicioso, las cosas habían cambiado bastante para el pueblo de Blood. De partida ya no eran pueblo, sino ciudad. Los límites se habían ampliado y gran parte del bosque que rodeaba al sitio original había sido talado, aplanado y construido. Las casas ya no eran simples y de madera: la piedra había desplazado a los otros materiales de construcción, y la madera se usaba para construir muebles y detalles de las nuevas edificaciones, además de servir de combustible para cocinar y calentar los hogares; las construcciones eran grandes, funcionales, resistentes y bastante similares unas con otras. La ciudad ya estaba en contacto pleno con sus alrededores, y estaba en proceso de diversificación: si bien es cierto la primera fuente de ingresos era el conocimiento -por lo cual el flujo de estudiantes era continuo en toda época del año- ya algunos de los habitantes más jóvenes estaban usando los conocimientos adquiridos para generar productos. Se estaba pasando del saber por el gusto de saber, al saber como medio para obtener una mejor calidad de vida.Blood no era un caso aparte respecto de los cambios, aunque para su apreciación, los que a él le competían eran definitivamente para bien. Luego de su frustrada primera salida y de la formación del consejo de ancianos, su participación en las decisiones de la ciudad empezó a diluirse. Discretamente dio un paso al costado para permitir que los humanos comenzaran su proceso de autodeterminación, mientras él seguía aprendiendo todo lo que pasara por sus manos. Pasados algunos años muchos jóvenes empezaron a migrar a otros lugares, buscando horizontes distintos. Con el tiempo, un poco menos de la mitad regresó trayendo las tan ansiadas novedades para el desarrollo del saber. Pero además de traer libros e instrumentos de incipiente ciencia para enseñar a los ávidos lugareños, trajeron una forma de conocimiento algo distinta: el arte. Además de todo lo esperado venían representaciones en tela, piedra y madera de acontecimientos y realidades, y artefactos que producían sonidos agradables al oído. Junto con ello, libros que traían en sus páginas relatos ficticios, cuyo único fin era distraer y entretener a los lectores. La diversificación estaba comenzando. Junto con los libros, obras de arte y artefactos, los jóvenes que retornaron trajeron ideas. Ya no bastaba simplemente dejar que un consejo de ancianos sabios guiara la ciudad, también era necesaria la presencia de la juventud en dicho consejo. Pero no era simplemente que los mismos ancianos definieran quién debía entrar a su grupo, los jóvenes planteaban que era la gente la que debía elegir; los ancianos accedieron, y con el paso del tiempo el gobierno pasó a manos de las mayorías. Pese a dicho cambio, el origen de la población seguía siendo el mismo, y por tanto todas las decisiones seguían pasando por la razón: las personas eran otras, pero el norte seguía siendo el mismo. Otra de las ideas que traían los retornados era la identidad grupal. Cada vez que llegaban a algún lugar, dicho lugar tenía un nombre, tal como el de una persona; y los habitantes de dicho lugar adquirían dicha identidad grupal, se sentían representantes y representados por su sitio de origen. Ellos también sentían dicha identidad, la vivían, era ella la que los había llevado a retornar (de hecho mas bien era la que los había llevado a salir para mejorar luego su pueblo natal) y querían tener ahora un nombre que los identificara, del cual sentirse orgullosos y que poder llevar a todos lados. Las ideas eran muchas, y todas daban vueltas en torno a la idea de conocimiento y sabiduría; de pronto, uno de los consejeros les recordó que el origen y centro original de la ciudad era el castillo y su dueño. Así, el siguiente debate se centró en homenajear con el nombre de la ciudad a Blood y su castillo. Luego de muchas controversias el aludido fue llamado a dar su opinión. Blood agradeció el intento de homenaje, y planteó su sugerencia: dado que el verdadero origen de todo había sido la losa que dio pie al castillo, el nombre que a él le gustaría debería tener relación con la losa que dio origen al castillo. Luego de muchas deliberaciones se atendió la petición de Blood, y para incluirlo tangencialmente en el homenaje se usó el idioma en que estaba el nombre del dueño del castillo. Desde ese día la ciudad se empezó a llamar Slabcastle, el “castillo de la losa”.Para Blood, mantener su secreto empezaba a hacerse cada día más complicado. Ya no quedaban habitantes de las primeras generaciones, los que habían heredado el secreto estaban bastante viejos, y su credibilidad estaba pasando a un segundo plano: era imposible para sus descendientes creer en la historia de un sabio hombre de día que se transformaba en una bestia antropófaga de noche. Por tanto, decidió empezar a desaparecer por períodos moderados de tiempo para luego volver como el “descendiente” de sí mismo. De un u otro modo cumpliría con su viejo anhelo de recorrer otras ciudades para compartir conocimientos, y ver si aún podía seguir aprendiendo. Por otro lado, quería ver si lograría ser capaz de enseñar lo suyo a desconocidos. Era un objetivo bastante grande, pero lo que le sobraba era tiempo. Además, ahora salía de una ciudad en proceso de autogestión, de expansión, con un gobierno establecido, y en un instante en que no había tantos riesgos como antes de volver y encontrar escombros. Dado que su aspecto físico no había variado mucho, las posibilidades de pasar por un descendiente quince o veinte años después eran altísimas; en el peor de los casos, si no lo aceptaban cuando volviera, podía empezar de nuevo donde fuera, lo único que necesitaba era libros y humanos…