Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, agosto 25, 2010

Historia de Sangre: Retorno

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
Registro de Propiedad Intelectual Inscripción Nº 160719

Capítulo XXII: Retorno

Veinticinco años habían pasado desde la salida de Blood de Slabcastle. El castillo seguía al cuidado de un administrador ya maduro, que había vivido toda su vida en el lugar, al servicio del extraño sabio del cual no habían tenido noticias. Algunos decían que el hombre era descendiente del primer anciano que siglos atrás había llegado donde uno de los primeros dueños del castillo, y que había sido el fundador del pueblo; pero eso estaba en la nebulosa de las leyendas de la ciudad junto con la historia del monstruo comehombres que creó la ciudad de la nada, y la lucha épica entre el monstruo del bien y del mal supuestamente acaecida en la plaza del otrora pueblo. El trabajo del administrador no consistía exclusivamente en la limpieza y manutención del castillo y sus alrededores, sino también en vigilar y guiar las consultas de los visitantes a la edificación, y preocuparse de que los libros que eran pedidos se devolvieran a tiempo y en las mismas condiciones en que estaban antes del préstamo. Fuera de todo aquello, también debía lidiar con el consejo de gobierno, que tenía planes de apoderarse del castillo para usarlo como nueva sede; la férrea defensa del administrador permitió aclarar las dudas acerca del testamento o contrato de herencia, y el eventual modo de llevarlo a cabo.

Una tarde de verano una imponente figura se acerca por el camino principal y entra a la ciudad. Su estatura y sus duras y extrañas facciones despertaron miedo en los niños y sorpresa en los jóvenes. Algunos de los mayores reconocieron en ese hombre los rasgos de la familia Blood. El hombre venía a pie, y traía consigo una carreta tirada por dos caballos completamente cubierta, lo que aumentaba la curiosidad de los habitantes de la ciudad. Sin inmutarse frente a nadie, se dirigió hacia la sede del consejo. En ella exhibió una serie de documentos que acreditaban que era el heredero del castillo de la losa, luego de lo cual se dirigió hacia su propiedad. Al llegar a las puertas, el administrador lo vio y le abrió prestamente.
-Buenas tardes, soy el…
-Buenas tardes mi señor. ¿Qué tal estuvo el viaje?

Blood no podía engañarlo, él mismo lo había dejado al partir veinticinco años atrás, indicándole que lo reconocería por una pequeña cicatriz en la mano izquierda, que fue justamente lo primero que miró el hombre al recibirlo. Por supuesto para el resto él sería el hijo del anterior dueño, que volvía a la ciudad para reclamar su patrimonio y si lo decidía, para continuar por la senda de su padre. Luego de las preguntas protocolares acerca de los destinos de algunos de los conocidos, del desarrollo de la ciudad en su ausencia, y las contrapreguntas sobre los lugares conocidos y la experiencia ganada, Blood empezó a recorrer su reducto original. Desde que entró al castillo, más bien desde que pisó la losa que lo sostenía y que había sido su origen, se sintió revitalizado. El cansancio que lo había acompañado los últimos cinco años desapareció en el instante en que llegó a la extraña losa, y un verdadero nuevo soplo de vida lo invadió cuando entró a su castillo. Fue grato darse cuenta que el castillo estaba tal cual como lo había dejado veinticinco años atrás. Ver sus libros por doquier en las condiciones en que los había dejado, limpios y en orden, le demostraban que la herencia familiar del anciano que le dio conocimientos a cambio de vida no se había diluido. Gente como él y su familia serían necesarios para apoyar su nuevo proyecto, que más de algún detractor tendría en el consejo gobernante. Pero primero había que interiorizarse de los cambios vividos (o sufridos) por su ciudad los últimos veinticinco años.

La ciudad estaba convertida en un bastión oxidado de la cultura de las épocas pasadas. Otrora había logrado mantener su status de ciudad cultural gracias a sus primeros habitantes, y luego había generado una nueva veta del saber con la llegada del arte con los retornados; pero esta inclusión de manifestaciones artísticas trajo consigo una mirada algo despectiva respecto del conocimiento formal, lo que llevó a la aparición de charlatanes que hicieron tocar fondo a la ciudad como centro de desarrollo del conocimiento. Así pues, el contacto con esa realidad exterior terminó por destruir las bases morales de la ciudad original. En los últimos años se estaba retomando la senda inicial, pero el daño ya estaba hecho: los potenciales nuevos habitantes se negaban a permanecer en un lugar tan ambiguo, y los que habían salido no encontraban sentido a lo que veían al volver y decidían nuevamente partir. De a poco los miembros más viejos del consejo empezaron a retomar las riendas de la situación y el control de la ciudad. La propuesta no era restringir nada ni a nadie, sino dar a cada uno su lugar en la sociedad; que el artista hiciera arte y el científico ciencia, y que ambos respetaran el ámbito del otro, así como cada negociante se dedicaba a su negocio y no interfería en el de los otros. Esto llevó a que se generaran sectores dentro de la ciudad donde imperaba una u otra tendencia; alrededor del castillo se mantuvieron los grupos de pensadores formales, tras de éste los grupos más progresistas, y en los alrededores de ellos y cerca de los límites de la ciudad, los artistas y pensadores más radicales. De este modo, cuando Blood volvió a su castillo, ya existían incipientes barrios dentro de Slabcastle.

Pero había algo más que fue traído por los retornados a la ciudad. Desde que todo salió de la losa, nadie se había interesado en alguna cosa que no fuera tangible. No había cuestionamientos en cuanto a la vida, la trascendencia o la muerte, y qué podía haber luego de ella. Nadie se había preocupado del soplo interno que podía mover cada cuerpo, ni siquiera se habían planteado el cuestionamiento acerca de su presencia o ausencia. Nadie había pensado en cosas no demostrables, superiores o inferiores, buenas o malas, capaces o no de entrar en conflicto entre ellas, que tuvieran algún grado de injerencia en la realidad cotidiana. Pues bien, junto con el arte llegó una tendencia de pensamiento que hablaba de seres superiores con el poder de crear y hacer el bien, y seres inferiores con el poder de destruir y hacer el mal. Dichos seres eran los responsables de todo lo que existía, existió y llegaría a existir. De sus conflictos nacían los conflictos de los humanos. Del influjo de los seres superiores brotaban las virtudes, y del hedor de los inferiores, los defectos. De la influencia de los seres inferiores nacía el mal, y de la acción directa de los seres superiores nacía el bien. La realidad no era más que un reflejo de las influencias de estos seres, y el humano no tenía posibilidad de cambiar nada sin el consentimiento o intervención de ellos. El ser humano debía obedecer o padecer, y había intermediarios entre estos seres y los humanos que decían lo que había que hacer o dejar de hacer. Este fue uno de los focos de conflicto inicial, que se solucionó cuando se formaron los sectores dentro de la ciudad.

De ese modo, Blood llegó a una ciudad distinta a la que había dejado, más cosmopolita, con más ideas de diversa índole circulando. Ya no era el bastión del conocimiento que solía ser, pero podría volver a serlo si es que aún lograba influenciar a la gente a su alrededor. El problema de Slabcastle es que había estado aislada demasiado tiempo, y estaba viviendo los procesos de choques interculturales muy a destiempo en relación a las otras ciudades, y a muy alta velocidad. Pero una vez que dichos procesos terminaran y todo decantara, él estaba seguro que el resultado final sería más que provechoso. Sólo faltaba dejar a cada cual con sus ideas, y guiar a los diversos grupos hacia un objetivo común que respetara las diferencias pero que no inhibiera la identidad de ciudad que tanto les había costado lograr. El momento era el adecuado, el cambio que pensaba gatillar se enmarcaría en el cambio general que su ciudad vivía.

Dos semanas después de su retorno, la gente de los alrededores de la losa empezaron a notar movimientos raros en el castillo. Blood y el administrador estaban midiendo y marcando la losa ubicada al norte del castillo, más cerca del límite externo que del mismo castillo, lo que hacía pensar en una nueva construcción más que en una ampliación… de hecho pensar en una ampliación era ridículo, dado el tamaño del castillo y los escasos habitantes que tenía. Se había elegido un lugar extraño: la losa estaba bastante más alejada de la cantera que usaban los habitantes del pueblo para proveerse de materiales de construcción que el resto de la ciudad, hubiera sido más fácil y más cómodo un sitio alejado… de todos modos el nuevo dueño tendría sus razones, a lo mejor era una promesa que le había hecho a su padre… además, nadie entendía el sentido de una nueva edificación en ese lugar en particular, así que había que esperar a ver qué pasaba. Por lo menos la gente veía en la incipiente construcción la posibilidad de trabajo extra que nunca estaría de más. Para el solo hecho de transportar las rocas de la cantera a la losa, y viendo el tamaño de la superficie que estaban marcando, se necesitarían a lo menos unos 20 hombres y varias carretas. Durante una semana, dueño y administrador marcaron el suelo de lo que fuera que estaban haciendo, mientras revisaban planos detallados traídos por el joven Blood. Al terminar esa semana ambos hombres, con la ayuda de gente de confianza del administrador, tendieron grandes paños sujetos de altas varas de madera para cubrir por completo el perímetro de la zona. Esa misma noche, los habitantes de la ciudad fueron despertados por una seguidilla de violentos golpes que provocaron una suerte de pequeño temblor, cuyo origen al parecer era la zona cubierta de la nueva construcción. A la mañana siguiente, y al remover las varas con los paños, los habitantes vieron una gran pila de piedras con forma de ladrillos acumulada en la zona de construcción, de características similares a la de la misma losa. Conociendo la personalidad del padre del nuevo dueño, imaginaron que al preguntar por algo así al joven recibirían la misma respuesta que la del progenitor: un frío silencio y una aún más gélida mirada…