Encerrado en el bunker de su mente el escritor logra escribir. Luego de años luchando contra la avalancha de estímulos que lo bombardean desde los medios y de su familia, se dio cuenta que la suya era una batalla perdida, y que el único modo de estar aislado de todo y todos era encerrándose en su mente. Así, mientras el resto sigue haciendo su vida, él puede parecer que está con ellos pero en realidad logra liberar su pasión en sus escritos.
Sentado en la soledad de su refugio, 50 metros bajo la superficie de su cerebro, el escritor crea sus ideas. En la semioscuridad que da la trama de su cerebro, e iluminado por sus ideas antiguas, logra crear cosas que no existen más que ahí, hasta que él decida traspasarlas a la memoria de su computador, o al papel. Y esas mismas ideas dadas a luz generan la luz suficiente para poder seguir creando y eternizando el proceso creativo.
Encerrado en el bunker de su mente el escritor logra escribir. De pronto un poderoso estruendo resuena y con espanto ve cómo las paredes de su bunker caen demolidas por aquella tenebrosa bomba perforante llamada cotidianeidad, que lo lleva a salir nuevamente y como tantas veces, y que lo obligará a rehacer su refugio creativo para poder escapar de su peor enemigo: la realidad.