Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, agosto 01, 2012

Relatividad


En las postrimerías del tiempo de la tierra uno de los pocos desafortunados sobrevivientes se abría paso entre los escombros de la casi desaparecida civilización. La mezcla entre la debacle del clima producto de la modificación del eje de la tierra, la multiplicación de los terremotos sobre ocho grados causados por la aparición intempestiva de cientos de volcanes nuevos en áreas no volcánicas, y la guerra nuclear gatillada por la necesidad de los poderosos de mantener su poder, dejó convertida la superficie del planeta en una tierra yerma, casi sin vida, y próxima a perder su atmósfera. Sólo la presencia de reservas de agua dulce permitían que el planeta siguiera en estado terminal y no pasara a convertirse en otra roca sin vida, de esas que abundan en el universo.

El pobre desafortunado buscaba algo para comer, pues llevaba una semana sin probar más bocado que el pellejo medio quemado de un perro muerto en alguno de los derrumbes provocados por los estertores de la tierra; por lo menos había encontrado ese mismo día una posa de agua turbia que le había servido para llenar una vieja botella plástica de dos litros para poder beber y prolongar así su sufrimiento unos días más. El hombre avanzaba hacia el norte, pues sabía que al norte del mundo estaba Estados Unidos, lugar en que probablemente había de todo y para todos, pues antes del inicio de la conflagración nuclear muchos países lo acusaron de acopiar bienes básicos. Lo que el hombre no sabía es que ya no quedaba nada desde el golfo de México al norte, gracias a la explosión de sendos volcanes que arrasaron con toda América del Norte, poco después que lanzaran sus misiles nucleares y algo antes que recibieran el contraataque.

El hombre caminaba agotado, las fuerzas lo habían abandonado y sólo la inercia y el espíritu de sobrevivencia lo mantenían en movimiento. Mientras caminaba se encontró con una zanja enorme en el pavimento que no pudo evitar, rodando por ella varios metros hasta que el desnivel acabó, quedando semisumergido en agua fresca. Agua fresca, algo que no había visto ni probado hacía semanas ahora lo estaba casi ahogando. El hombre se incorporó para no morir y poder beber con tranquilidad hasta el hartazgo, y aprovechar de lavar su botella y llenarla con el vital líquido para seguir su camino, cualquiera que este fuera. Al parecer el agua no estaba contaminada, pues no tenía ninguno de los sabores que ya había aprendido a reconocer para alcanzar a escupir antes de envenenarse, y no veía a nadie a su alrededor como para tener que rendir cuentas acerca de su uso. Cuando el ahora no tan desafortunado hombre terminó de llenar sus botellas de reserva y se aprestaba a encontrar una salida a esa zanja, se topó con una mampara con sus vidrios reventados, a través de la cual alcanzó a ver un objeto que le cambiaría la vida: un par de metros dentro del galpón desprotegido por la puerta había varios carros de supermercado. El hombre casi afortunado entró al lugar y con júbilo descubrió que efectivamente estaba en un antiguo supermercado que había sido saqueado pero no en su totalidad, quedando a su disposición cientos de latas de variados alimentos que aún no vencían. El afortunado hombre llenó su mochila casi más allá de las fuerzas que tenía en sus piernas como para cargar tal peso, y luego llenó sus bolsillos con todo lo que logró rescatar, para luego sentarse tranquilamente a abrir un par de tarros con un abrelatas que encontró en otro de los pasillos del local y poder por fin comer en paz y decentemente. Una vez lleno, y después de dormitar cerca de media hora, salió del lugar para seguir hacia el norte, agradeciendo al universo por la suerte que había tenido. Tres segundos después un meteorito de cien kilómetros de diámetro atravesó el planeta haciéndolo estallar en mil pedazos.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Oh que apocaliptico el cuento. Me recordó esas películas futuristas.
Muy bueno :-)

12:26 a.m.  
Blogger LA LOCA DE LA CASA said...

Qué mala. pobre terrícola...
En todo caso se parece a muchas realidades de hoy en día, un día se puede comer migajas y al otro día no sabemos si podremos sobrevivir. Un terrícola de tomo y lomo.

11:42 p.m.  

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