El eco del ruido de los tacos de la
mujer resonaba en las paredes de la vacía calle sin salida. A las
dos de la madrugada en los suburbios de la ciudad, la vida parecía
detenida en el tiempo a media semana. Salvo cuatro o cinco sombras
que escapaban de la realidad, para no tener que volver a la eterna
rutina de dormir para trabajar y trabajar para dormir, la calle a esa
hora estaba tan habitada y transitada como un desierto. Así, el
rítmico sonido de los tacos de la mujer parecía hacer vibrar todos
los rincones a los que llegaba.
La mujer de los tacos estaba esperando
a un hombre que había contratado sus servicios. Ella era una de las
escort más bella de la ciudad, y que estaba dispuesta a todo si el
pago era el que consideraba justo. En esa ocasión, el hombre la
había contratado para que lo acompañara a una fiesta en uno de los
centros de eventos más exclusivo de la ciudad, y luego terminaran la
noche entre las sábanas de un hotel. La mujer puso su precio, el
cual fue aceptado sin reparos, por lo que haría el trabajo sin
mayores contemplaciones. A los quince minutos de estar paseando de un
lado a otro, un vehículo de lujo apareció para llevarla al evento.
La mujer entró de la mano del
millonario que la había contratado. El hombre necesitaba presentarse
con ella frente a un grupo de empresarios japoneses, que no veían
bien el hacer negocios con un hombre sin pareja; así, su trabajo era
aparentar ser la esposa del millonario para dejar conforme a sus
eventuales socios, y así concretar una fusión que podría cambiar
el futuro de miles de trabajadores. Cuando la mujer llegó donde el
grupo de japoneses, sacó de entre sus ropas una argolla de acero
conectada a una cadena y la tiró con fuerza: en ese instante, la
carga de explosivo plástico que le habían colocado dentro del
abdomen una semana antes en un pabellón explotó, matándola a ella
y a todos quienes estaban a diez metros a la redonda. Su trabajo
estaba terminado: el precio que había fijado había sido pagado, su
familia tenía el futuro asegurado, y sus días en esa realidad
denigrante por fin habían llegado a su fin.