Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 19, 2012

Alma

Un alma desencarnada, sin nombre, sexo ni edad, era. Su sola esencia era suficiente para definir su realidad, y apartar todas las dudas que invaden al ser en cuanto entra al cuerpo al que debe dar el soplo vital. Su ausencia de características evaluables por los sentidos conocidos demostraba su cualidad de única y maravillosa, como toda creación que viene para alguna vez volver.

Un alma desencarnada, sin nombre, sexo ni edad, estaba. Sin necesidad de ubicación, su existencia era garantía de permanencia en todas y ninguna parte, hecho casi inexplicable para vivos pero natural en el plano de aquellos que no necesitan de cuerpo, o aún (o ya) no lo merecen. La natural omnipresencia de las criaturas etéreas convertía a todas ellas en parte del cosmos y en cosmos como tal.

Un alma desencarnada, sin nombre, sexo ni edad, buscaba. Su búsqueda era gatillada por su propia esencia omnisciente, ella la obligaba a internarse en los recovecos de la nada para que todo lo que escapara de su realidad, fuera raudamente recapturado. Su búsqueda la había llevado a una revelación dolorosa: dentro de los límites de su todo, era, estaba y lo sabía todo, pero más allá de aquello su ignorancia lo llevaba a calificar esa ignota existencia como nada, a sabiendas que la nada es la simple ausencia del todo, o peor aún, su ignorancia. Así, la curiosa alma empezaba a conocer el sufrimiento en manos de su propia esencia e ignorancia, e intentaba paliar dicho sufrimiento en la búsqueda.

Un alma desencarnada, sin nombre, sexo ni edad, sentía. Lo suyo, como entidad etérea, no eran las sensaciones, pues no tenía cómo medir lo que la rodeaba; pese a poder identificar el medio gracias a su omnisciencia, no le aportaba nada el sentir el entorno, por lo que lo suyo eran los sentimientos. Aquello que al encarnar se convertía en el enemigo de la racionalidad, en su estado era lo que equilibraba a la razón, navegando ambas en comunión por el océano de la intangibilidad.

Un alma desencarnada, sin nombre, sexo ni edad, decidía. A sabiendas que su decisión implicaba un cambio de estado que tácitamente implicaba retroceso en el corto plazo, era el único camino para iniciar el retorno hacia el principio. La vuelta a la fuente de origen era el objetivo final, para iniciar el verdadero camino. No era grato aceptar que para avanzar tres pasos había que partir dando uno atrás, pero ese hecho no era modificable y por ende, indiscutible. La evolución parte en la involución, la luz debe conocer la oscuridad, el futuro se sustenta en el pasado, la sabiduría nace como ignorancia.

Un alma desencarnada, sin nombre, sexo ni edad, cambió. Conscientemente recibió nombre, eligió sexo, y obtuvo edad que en ese instante era cero. Así, como alma encarnada en cuerpo dio el necesario paso atrás para poder cumplir su misión e intentar avanzar los tres necesarios, que la dejarían dos pasos más cerca de la meta en la maratón evolutiva hacia la iluminación.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Un alma desencarnada... que decidió experimentar, en carne propia, qué es la vida.

3:38 p.m.  
Blogger Icy said...

Y contra cuántas almas más estaba compitiendo mi doc?? La marathón evolutiva cuántos precios tiene? Y cuál sería el premio mayor?? Y en cuánto tiempo hay que llegar a la meta?... Y quién la auspicia??... Jajajja!! Y menos mal que no quería pensar, eh? Jajajajja!!

Weno el cuentito mi doc!! Como siempre!!!

Bexo!

5:01 p.m.  
Blogger Unknown said...

Un alma descarnada... no tuvo otra opción.

11:24 p.m.  

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