Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 12, 2012

Honor

A cien metros de la cumbre, el cansado montañista intentaba apurar su paso. Pasados los cinco mil metros de altura el oxígeno se hace notoriamente escaso hasta para los escaladores avezados, pese a lo cual Antonio seguía luchando por mantener su velocidad de subida, haciendo uso del máximo de sus capacidades. En esos instantes no batallaba sólo contra su ego, si no también contra su reloj.

Antonio era un militar chapado a la antigua. Aquellos rancios conceptos de honor, patria, deber y defensa de los más débiles estaban grabados a fuego en su alma, gracias a la férrea crianza dada por su padre y los sabios consejos de su abuelo, ambos militares de carrera condecorados por servicios a la patria y sin batallas en el cuerpo. Antonio ingresó ilusionado a la academia militar, presto a encontrarse con maestros del arte de la guerra que llevarían las enseñanzas de su familia varios niveles más arriba; a poco andar se dio cuenta que el tiempo había dejado una huella indeleble no sólo en el mundo real si no también en la academia: ahora no era más que una escuela de conocimientos militares, sin valores ni filosofía, tal como ocurría en todos los ámbitos de la realidad humana. La decepción no fue suficiente como para hacerlo cambiar de rumbo, pues no conocía nada más que lo que su familia le había enseñado, así que seguiría hasta el final, pues así lo había jurado ante el lecho de muerte de su abuelo y frente a sus padres.

Cincuenta metros separaban a Antonio de su objetivo. Especializado en operaciones especiales, había logrado en corto tiempo aprender todo lo que fueron capaces de enseñarle: por más que esperó, nunca se tocó en su formación lo que su familia le dijo que debería ser el pilar fundamental de su carrera. Así, no le quedó más que aprender y aprobar curso tras curso, para luego de graduado y de obtener su grado de teniente, volver a la casa paterna a escuchar aquello que ansiaba encontrar fuera de ella.

Diez metros. La cumbre estaba a la vista. Luego de un último esfuerzo llegó a la cima, clavó su pequeña bandera y de inmediato revisó su cronómetro: el tiempo fue preciso, dos minutos antes de lo estipulado, suficiente como para encender su computador personal y conectarse a internet satelital. En cuanto logró la conexión sonó la alarma de su reloj, y pudo ver con alegría en su pantalla cómo la academia militar que lo había formado como un técnico en la guerra y no como militar de honor volaba en mil pedazos, fruto de las cargas de demolición que había dejado colocadas y programadas antes de su ascenso. Ahora que había librado a la patria de toda esa basura, y que se verían obligados a hacer las cosas de cero y por fin bien, gracias a cientos de apuntes que dejó en un sobre lacrado en la comandancia del ejército, podía terminar de guardar su honor como los soldados de antaño. El ruido seco del disparo del revólver Smith&Wessons calibre 45 de su abuelo, y la sangre y sesos desparramados en la nieve, no alcanzaron a perturbar la paz de la montaña.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Chuuuu, hasta que habia hecho volar la academia todo bien... pa que el suicidio, digo shó!!

11:17 p.m.  
Blogger LA LOCA DE LA CASA said...

Creo que la idea del suicidio va por el lado de la valentía inculcada desde sus años mozos. Fue capaz de hacer un acto deleznable pero a través del suicido (castigo a sí mismo) se redimiría frente a los ojos de Dios. Shuuu, le inventé un final

10:16 p.m.  

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