Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 22, 2013

Inocente



Frente a las puertas de la iglesia, el joven sacerdote se preparaba para la más difícil confrontación de su vida, y tal vez la última. Si bien es cierto siempre supo que el peor enemigo de la iglesia era el demonio, jamás pensó que le correspondería enfrentarlo directamente.

El sacerdote llevaba algo menos de un año fuera del seminario y de haber sido ordenado. Luego de haber cumplido el arduo camino que desde la adolescencia había decidido seguir, por fin se sentía un ser humano pleno, que no necesitaba nada más que la alegría de su fe para ser un hombre pleno: todo lo que ocurriera en su vida desde el segundo en que fue ordenado sería un regalo de dios, pues eso era lo único que quería para sí, lo que llegara a suceder desde ese instante en adelante sería todo obra de dios en su ser y un regalo para la humanidad a la que había jurado servir de por vida.

El primer destino del sacerdote fue en una parroquia adyacente a un colegio católico. Su labor en ella sería apoyar al párroco, hombre añoso y mañoso, pero algo cansado por el ímpetu incansable de varias generaciones de jóvenes estudiantes que parecían exudar energía por sus poros en demasía, y que con los años parecían cada vez más incontrolables y alejados de los brazos de la iglesia. En cuanto llegó, el viejo sacerdote lo llevó a su oficina y le advirtió acerca de una desagradable costumbre de los alumnos del último año: entre ellos escogían a alguno que, escudado en el anonimato del confesionario y en la intimidad de la confesión, le hacía alguna broma pesada al nuevo sacerdote. Era común que alguna jovencita se les insinuara, que algún joven confesara entre llantos su homosexualidad, o inclusive que simularan un suicidio o una posesión satánica; de todos modos, y si bien es cierto no era adecuado jugar con un sacramento, había una pequeña cuota de permisividad sólo para ese primer episodio, que era considerado casi como una bienvenida.

Esa mañana era la primera misa en que le correspondería actuar de confesor, por ende el sacerdote estaba atento a lo que los jóvenes le dijeran: si bien es cierto debía estar  preparado para la eventual broma, no podía tampoco dejar pasar la necesidad de penitencia y perdón de las almas de los muchachos. Todo se desarrollaba con plena normalidad, hasta que de pronto la voz suave de una jovencita empezó a contar una historia acerca de haber sido poseída por un demonio en un ritual que buscaba potenciarla como bruja, que luego había caído en cuenta de la estupidez que cometió, y que ahora estaba decidida a acabar con su vida quemándose frente a la iglesia, tal como la inquisición hacía para acabar con las brujas en la antigüedad. Luego de reír un poco en silencio, el sacerdote le recomendó a la muchacha que usara madera en vez de bencina, pues esa era la usanza del sagrado tribunal mientras estuvo en funciones, y luego la absolvió de sus pecados para que muriera en paz.

Luego de cinco o seis confesiones normales después, un barullo empezó a invadir la iglesia. De pronto un carabinero entró corriendo a avisarle a los sacerdotes que había una escolar que se había desnudado frente a las puertas de la parroquia, había armado una pira de madera seca que había empapado en alcohol, y ahora amenazaba con prenderse fuego. Consternados, los sacerdotes corrieron a la puerta encontrándose con la espantosa escena: la muchacha tenía una antorcha encendida, y se aprestaba a inmolarse frente a todos.

Frente a las puertas de la iglesia, el joven sacerdote se preparaba para la más difícil confrontación de su vida, y tal vez la última. La joven, poseída por el demonio, estaba lista a cumplir su palabra, aquella que había sido guiada por los errados consejos del joven padre. Sin pensarlo dos veces el sacerdote se lanzó sobre la frágil joven, empujándola y derribándola fuera de la pira; fue tal la fuerza del impacto que la antorcha cayó encendida sobre la sotana del sacerdote, la cual se encendió de inmediato, sirviendo de comburente para encender la madera y convertir al padre en una tea humana. La joven y sus compañeros miraban consternados: jamás creyeron que la broma de siempre cobraría la vida de un inocente.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Pfff, y era una broma??... Que inocente el cura oie

12:58 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Y entonces desde las profundidades del averno surge en medio de la hoguera el mismísimo señor del inframundo a liberar el alma de la joven según y llevarse la del inocente segun lo acordado. Tan tan.

3:21 p.m.  

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