Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 05, 2013

Eternidad



Una pequeña gota resbala por su pecho. Es hipnotizante ver cómo una simple gota es capaz de transformarse en el vehículo de los sueños del observador, cuando avanza sobre una superficie que le ofrece la resistencia suficiente como para que no deje su trayecto, no se quede pegada ni desaparezca producto de una incontrolable velocidad. El ver una gota avanzar lentamente sobre una superficie puede llegar a ser tan relajante como el mejor tranquilizante del mercado.

La pequeña gota sigue resbalando a baja velocidad, y se pierde en su escote. Sus mamas que parecen estar firmes guían a la obscena gota por el seno que las separa, despareciendo de mi vista y entrando en el prohibido territorio que mis padres y mi religión me impiden escrutar, hasta que me haya casado. Ella es más libre que yo: sus padres no le ponen límites y su religión… bueno, de hecho no la tiene. Muchos me han dicho que ella es mala, que ha conocido de los placeres de la carne con más de un hombre sin estar casada ni comprometida, pero no les creo. Ellos hablan de envidia porque ella se fijó en mí y no en ellos; uno que otro dice haber conocido de su carne, pero a ellos les creo menos. Pese a todos los rumores, ella es pura, y mía.

La pequeña gota reaparece por debajo de su peto, recorriendo con lentitud el largo viaje entre su tórax y su ombligo. Pese a todo lo que recorrió, la gota sigue su viaje silenciosa; ella, que puede gritar a los cuatro vientos de haber conocido el seno de mi pura compañera, no dice nada, pues sabe que aunque sea cierto no le creeré. Además, y aunque le creyera, no importaría mucho, pues ella no le permitió recorrer su piel, sino que la gravedad, una de las irrefutables leyes descubiertas por los científicos y fundamentadas en dios, hizo que la gota siguiera ese pecaminoso viaje. No es culpa de ella sino de la física divina, y si dios lo dispone, así debe ser.

La veleidosa gota se enfrenta al final de su camino, llegando al borde del precipicio umbilical; justo cuando debía llegar a destino, un pliegue de su piel desvía su viaje hacia la derecha, haciendo que esquive al ombligo y siga su viaje hacia donde nadie debería ir, hasta después del vínculo sagrado ante los ojos de dios. Ella estaba confundida hace un rato; al parecer las habladurías de la gente hicieron que quisiera darme algo que aún no merezco, intentando despojarse de sus ropas y despojarme de las mías, para hacer aquello que dios condena en todas sus formas. No la pude hacer entender, no quiso entender…

La sucia gota estaba por llegar a la pretina de su pantalón. Justo cuando iba a pasar ese sagrado límite, la sequé para que nada tocara esa inmaculada zona. La gota carmesí se veía bellísima sobre su pálida piel, pero al igual que todas las otras gotas, que en un principio salieron en torrente desde el corte que hice en su cuello cuando quiso que intimáramos en pecado, y que luego siguieron manando cada vez más lentamente, debí enjugar para que no llegaran a un puerto que no les correspondía. Ahora que la última gota ha sido eliminada, puedo abrir mi cuello para seguir los pasos de quien será sólo mía por toda la eternidad.

4 Comments:

Blogger Unknown said...

Linda forma de suicidarse D:

12:46 a.m.  
Blogger Javier Maldonado Quiroga said...

Pensé que era un relato experimental, pero, obviamente, no era así. El final no me lo esperaba para nada, así que aplaudo como jugaste con las expectativas del lector, centrado en esta gota que uno asumía era de sudor, no de sangre.

Saludos

10:39 a.m.  
Blogger Mariadnne said...

jajajaja Ok doc

le he leído varios, pero igual me deja esa sensación de vaguedad sumisa hasta el final

8:32 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Como siempre del terror.

9:13 p.m.  

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