Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 12, 2013

Necesidad



Nadie parece entender el valor del silencio. A veces pareciera que todo debe estar inundado de música, sonidos, o simplemente algún ruido; la sociedad se acostumbró a hacerse sentir para todos los sentidos, pero estamos llegando a un instante en que nuestros oídos ya no dan para más.

Cada vez que voy a algún lugar, me paro en la puerta de la entrada y escucho el ambiente, y en casi todos los lugares pasa lo mismo: la gente quiere interactuar, quieren conversar, decirse lo que sea que los saque de su fuero interno y los abra al resto; por otro lado, los administradores quieren que su lugar tenga un cierto ambiente, y es por ello que colocan música, para que se sienta la impronta de quien gobierna temporalmente ese espacio. Y ahí empieza la batalla, pues el barullo que provoca la gente al hablar hace que la música no se escuche bien, y ello lleva a que el administrador suba el volumen del audio, y por supuesto la gente que quiere hacerse escuchar habla más alto, para que su interlocutor lo escuche por encima del sonido de la música. Así, cada vez salgo menos, y cuando debo hacerlo trato de demorarme lo menos posible, para no tener que soportar la cada vez más insufrible ausencia de silencio.

Y estás tú. Tú, que se supone que compartes mi mundo y mi realidad. Tú, mi compañera, mi amiga, mi confidente, mi amante, mi futuro… tampoco entiendes el valor del silencio. Tú eres parte del problema, manteniendo encendido el televisor del comedor y el del dormitorio en canales distintos, mientras estás en la cocina haciendo tus experimentos de comida internacional con la radio encendida; cada vez que se me ocurre, no, que necesito apagar algo para tener al menos unos minutos de tranquilidad, corres hacia donde estoy, lo enciendes de nuevo y argumentas que estás viendo el programa de a pedacitos, para luego saldar el asunto con un beso e irte, dejando el esperpento del lugar a todo volumen, y mis oídos a punto de reventar. Te amo, pero parece que  no del modo en que necesito que me ames.

Silencio. Manjar de dioses, bálsamo para pensadores y filósofos, entorno imprescindible para creadores y recreadores. Creo que fue la mejor decisión, si no eras capaz de entender mis necesidades no eras para mi; por otro lado, no podía obligarte a aguantar mi necesidad de silencio, así que lo mejor fue que cada cual siguiera su camino. Espero que seas feliz en tu ruidoso mundo moderno, y que hayas atesorado algo de la importancia del silencio para la paz interior. Yo también trataré de ser feliz, y me llevo de ti todos los maravillosos recuerdos que hicieron parte importante de nuestras vidas. Y por supuesto tu lengua, que corté antes de abandonarte mientras dormías, para no olvidar lo peligroso para la vida en pareja que puede llegar a ser cualquier parte del cuerpo humano, y para tener algo tuyo conmigo para siempre.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me encanto la reflexion sobre el silencio casi poetica ... el final no tanto la verdad.

9:12 p.m.  
Blogger Unknown said...

Me doy por muerta D:

12:51 a.m.  
Blogger Kari said...

pasé por aquí casi por accidente, y me quede pegada leyendo. A mi lo que más me gustó fue el final jiji

1:09 p.m.  

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