–Hola papá.
–Hola hijo, ¿qué estás haciendo
con tu palita y tu balde?
–Estoy haciendo un hoyo, papá.
–Ah... ¿y quieres que te ayude?
–No papá, tú trabajas mucho.
Déjame, yo puedo hacerlo solo.
–Bueno hijo. Oye, ¿y qué tan grande
lo quieres hacer?
–Gigante.
–¿Gigante? Pero vas a usar todo el
patio entonces.
–No poh, gigante para abajo.
–Ah, se dice profundo.
–Eso, profundo. Voy a hacer un hoyo
profundo.
–¿Y de dónde sacaste esa idea?
–De la tía del jardín.
–Ah ya, apuesto que te dijo que al
otro lado del mundo está China, y quieres hacer un hoyo que llegue
hasta allá, ¿cierto?
–No poh papá, si eso no se puede, no
quiero hacer un hoyo tan profundo como para que llegue hasta China.
–¿Y qué tan profundo lo quieres
hacer?
–Lo suficiente para llegar al
infierno.
–¿Qué dijiste? ¿Y la tía del
jardín te dijo eso?
–Claro papá.
–¿Y para qué quieres llegar... al
infierno?
–Para ofrecerte a ti y a la mamá y a
mi hermanito y al perro como sacrificio de sangre al señor de las
tinieblas, y consagrar mi vida al mal.
–Espérame acá, voy a llamar de
inmediato a la tía del jardín para que me dé una explicación.
–Bueno papá... ¿y puedo seguir
haciendo el hoyo mientras llamas a la tía Lilith?