Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 11, 2013

Dicen



Dicen que a veces la gente no sabe controlar sus impulsos. Yo creo más bien que los impulsos se reprimen más que se controlan, y ello lleva a que a veces las cosas se salgan de control. Yo no quería matarlos, sólo quería golpearlos para que entraran en razón, pero las leyes dicen que no es bueno golpear gente, aunque estén equivocados y el producto de su equivocación termine complicando a miles o decenas de miles de personas: el bien común parece estar siendo aplastado por el bien individual, y eso está llevando a la sociedad a situaciones límite que no sabemos cómo enfrentar.

Dicen que a veces la gente no sabe contener su egoísmo. Eso es verdad, pero para mi ello es una virtud más que un pecado: ¿por qué siempre tenemos que ver por lo bueno para el otro, postergando o relegando a segundo plano lo que es bueno exclusivamente para el individuo? Cuando les dije que quería golpearlos para que entraran en razón, me dijeron (dentro de todas las barbaridades que me dijeron) que eso era egoísta porque en realidad lo que estaba buscando era llevarlos a hacer lo que yo quería, sin pensar en las necesidades del resto. ¿Y a mi qué mierda me importa el resto? ¿Acaso al resto le importa que yo necesite golpearlos para estar bien conmigo mismo, y que esas mierdas de pastillas que me dieron por años apenas me servían para aturdirme, pero en cuanto pasaba el efecto mis deseos de golpear seguían intactos, y a veces hasta peores? Ah no, verdad que el individuo no importa, lo que importa es el colectivo… ¿y acaso el colectivo no es la suma de los individuos, y cuando uno de ellos está mal es el colectivo entero el que se altera? Cuando preguntaba eso, me respondían que era cierto, pero entonces había que mantener bien a la mayor cantidad de individuos porque eso mantenía menos desequilibrado al colectivo: en resumen, importa siempre más el resto que yo.

Dicen que a veces la gente no sabe ponerse en el lugar del otro. ¿Es eso posible acaso? ¿Puedo ser empático con alguien si no conozco su historia de vida, sus temores, sus amores, sus rabias, sus sueños, sus principios y sus vicios? De pronto parece que todos se contagiaron de una epidemia de new age, todo debe ser empatía y resiliencia, todos debemos confluir hacia las ideas del bien común… ¿por qué no reconocen que lo que quieren es una sociedad de seres alienados en la pasividad, que esperen como corderos en el matadero a que el cuchillo resbale por sus cuellos y todos deseen que ello ocurra, y que hasta parezcan disfrutar de sus propias muertes? No puedo ponerme en el lugar del otro porque no soy otro, soy yo, y siempre seré yo y no algún otro; no soy parte de la sociedad, soy un individuo, mis prioridades están por encima de las del resto, y las veré desde mi prisma y no desde el púlpito de otros. ¿O acaso nadie se da cuenta que imponer la empatía es imponer al resto la visión egoísta de aquellos que abogan por el bien común, porque no tienen clara su individualidad?

Así, resulta que el que no controla sus impulsos, no contiene su egoísmo y no sabe empatizar con el resto, es el único que vive en paz consigo mismo. Como nunca me dejaron golpearlos, los terminé asesinando; como nunca dejaron que viviera mi individualidad, les hice mierda su sociedad; como nunca se pusieron en mi lugar y me exigieron que me pusiera en el de ellos, terminé con sus historias personales acabando con sus negocios y sus familias. Y ahora estoy aquí, parapetado en un edificio, rodeado de helicópteros, vehículos blindados, y con un contingente de soldados armados hasta los dientes que suben por las escaleras y se descuelgan desde la azotea para acabar con mi vida, sólo porque alguien decidió que el mal menor también era demasiado malo para su puta escala de valores. Nadie sabe que tengo esta cagada de edificio llena de explosivos conectados a un monitor cardiaco que mide mis latidos, y que detonarán en cuanto mi corazón deje de funcionar gracias a aquellos que obedecen a los intereses de la mayoría. Si tan solo me hubiesen dejado golpearlos…