Cuenta una vieja historia que la dueña de la
panadería de la esquina no nació muda, sino que le cortaron la lengua por
hablar mucho. Bueno, siempre dicen que las mujeres hablan mucho, aunque en
realidad… sí, hablan al menos más que nosotros. Mi mamá conoce hace años a esa
señora, y ella me contó que efectivamente no era muda, que hasta hace como
veinte años hablaba normalmente, y que de un día para otro la hospitalizaron en
la Asistencia Pública y cuando la dieron de alta, volvió muda. Y sí, dice que
la señora hablaba demasiado, que no sabía guardar secretos, y que cuando no
tenía de quién hablar, inventaba.
Estoy frustrado. Llevo como dos semanas
ofreciéndome a ir a comprar el pan, a ver si logro hacer que la señora abra la
boca para ver si es verdad lo de su lengua, y no he logrado nada; parece que la
señora tuviera cosidos los labios, pues jamás la he visto con la boca siquiera
semiabierta. El otro día hasta la pisé adrede, a ver si por el dolor trataba de
dar un grito y la abría, pero nada, apenas me gané una cachetada en la nuca y
una mirada de recriminación; parece que tendré que mejorar mis ideas para
lograr ver su boca.
Ayer me encontré con unas señoras de la edad de mi
madre en la panadería, que me contaron una historia distinta a la que yo
conocía. Dicen que la lengua se la cortaron por un lío de faldas… bueno, más
bien de pantalones. Dicen que la lengua se la cortó una mujer despechada, de un
mordisco, luego de pillarla acostada con su marido. Dicen que en ese instante a
la mujer no se le ocurrió nada mejor que ofrecerle hacer un trío a la esposa
engañada con su marido infiel y ella. Dicen que la esposa aceptó, y cuando
estaban empezando a pasarla bien, la dueña de la panadería accedió a ser besada
en la boca y ahí recibió el castigo que merecía… o el que la esposa engañada
creyó que merecía. Rara la historia, y harto subida de tono para señoras de la
edad de mi madre.
Esta cuestión es cada vez más rara. Ayer, a la
hora de onces, le conté a mi mamá lo que estas señoras habían dicho en la
panadería, ¿y saben qué me respondió? Que al fin y al cabo era lo mismo, que la
lengua se la cortaron de un mordisco por hablar de más, porque esas cosas de a
tres eran cochinadas y se merecía que le cortaran la lengua por hacer y decir
cochinadas. Parece que lo único cierto es que esta señora no tiene lengua, y el
resto es sólo leyenda.
Dicen por ahí que la curiosidad mató al gato; es
en esos instantes en que agradezco no ser gato. La curiosidad me venció, así
que fui directo donde la dueña de la panadería y le dije que quería hablar con
ella en privado. La señora accedió, y le conté todas las historias que me
habían contado, carepalo, con detalles y todo, y le dije que quería saber la
verdad de puro curioso que soy. La señora no intentó hacer gestos, ni escribir
ni nada, simplemente abrió la boca y me mostró lo que había: en su interior, y
por detrás de su amarillenta dentadura, estaba un chongo de lengua con marcas
de dientes, y en donde se apreciaba claramente un espacio sin corte y que había
sido arrancado por tracción. Justo en ese momento recordé la dentadura de mi
madre, a quien le faltan los dos dientes de adelante. Parece que le voy a
empezar a creer y a hacer caso a mi mamá de ahora en adelante.