La muchacha caminaba con miedo por la angosta calle de noche. En
invierno y con lluvia, la oscuridad parece ser más profunda que el resto del
año, convirtiendo cada sombra en un eventual peligro, y a las luminarias
públicas en focos de pasajera seguridad. La muchacha aprovechaba esas
cavilaciones para apurar la llegada a su destino, acelerando la marcha entre
una y otra luz, logrando un ritmo de desplazamiento bastante alto para los
incómodos tacos que calzaba. La muchacha salió del radio de iluminación de una
de las luces, y se internó en la oscuridad en busca de la luz siguiente, tal y
como llevaba haciendo por varios minutos; sin embargo, en esta ocasión no llegó
al siguiente foco.
Algunos minutos más tarde, una sombra entrecortada en la lluvia se vio
aparecer, solitaria. En cuanto pasó bajo el alumbrado público se dejó ver un
cuerpo enjuto de impermeable oscuro, con un viejo paraguas negro con uno de sus
rayos roto y la tela recogida. El hombre parecía no estar preocupado de las
condiciones del clima, pues su paso cansino era adecuado para una tarde de
arreboles o un día soleado, pero no para una lluviosa y oscura noche como
aquella. El despreocupado hombre se movía con lentitud, como no queriendo
llegar luego a destino. De pronto y sin que nada raro sucediera, el hombre
desapareció entre una y otra luz en la calle.
Cerca de la hora del despunte del alba, pero aún sumida en la
oscuridad de la noche y la lluvia, una tercera silueta se acerca al fatídico
espacio entre luces que parecía absorber personas en plena calle, a vista y
paciencia de quien transitara a esa hora por ese lugar. Al acercarse a la
luminaria pública, la silueta dejó ver una añosa y obesa mujer, que caminaba
con dificultad, luchando contra el frío, la lluvia, el viento, la oscuridad y
sus kilos de más; sus torpes movimientos daban la impresión que en cualquier
momento perdería el equilibrio, caería de lado, y nunca más podría levantarse
sin ayuda. La añosa mujer parecía concentrada en llegar a destino, por lo que
sus limitaciones sólo lograban demorarla, mas no frenarla.
La mujer salió del radio de luz de la luminaria, y se sumió en la
oscuridad que ya había hecho desaparecer a dos personas antes que ella. Algunos
minutos más tarde, la obesa silueta aparecía a la misma velocidad de siempre
bajo la siguiente luminaria, sin que nada le hubiera sucedido. La añosa mujer
no podía ser cubierta dos veces por la misma sombra del olvido.