Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, marzo 18, 2015

Venganza

Sergio yacía en el suelo, desangrándose y gritando presa de un espantoso dolor. Mientras sentía que la vida se le iba lentamente por la sangre que perdía a borbotones por la pierna, una imagen fantasmagórica casi lo paralizó, e hizo que su sufrimiento pareciera casi eterno.

Sergio era un afamado escritor, cuyas novelas ya habían traspasado las barreras de país, continente e idiomas, convirtiéndolo casi en una celebridad mundial, con todos los pros y contras de dicha condición. Si bien es cierto tenía la vida casi asegurada con las ganancias y contratos con su casa editorial, su meteórico ascenso había despertado la envidia de algunos de sus contemporáneos, que apenas lograban hacerse un nombre a nivel local, a costa de un esfuerzo que consideraban tanto o más valedero que el suyo. Pocos sabían todos los sacrificios que habían permitido al ahora famoso escritor, lograr vivir de un arte mal mirado, y apenas considerado como oficio por quienes ostentaban algún título profesional.

Sergio había sufrido un extraño accidente. Un día, mientras paseaba tranquilamente por un parque, fue atropellado en un cruce peatonal por un motorista, quien luego de derribarlo, aplastó su tobillo con la rueda trasera para luego huir del lugar, dejando al escritor con una fractura que debía ser operada a la brevedad, según el veredicto del traumatólogo que lo vio en la urgencia. Luego de consultar una segunda opinión y confirmar el diagnóstico del primer galeno, el escritor empezó a planificar sus tiempos para poder ser operado lo antes posible.

Dos meses después, Sergio aún seguía en terapia de rehabilitación, para mejorar la marcha, la estabilidad, y ganar masa muscular para los años que tenía por delante. Extrañamente luego de la cirugía, el traumatólogo había renunciado a la clínica y se había mudado de ciudad, dejando el manejo posoperatorio en manos de un colega. Según le había comentado el nuevo traumatólogo, su cirugía había requerido el uso de un par de tornillos de titanio, que deberían ser extraídos algunos años más tarde, una vez que hubiera terminado la reparación y remodelación ósea. Lentamente Sergio estaba empezando a ver su vida normalizada, y tenía la esperanza de retomar su carrera literaria en el corto plazo.

Sergio caminaba por el mismo parque en que había sido atropellado hacía ya cuatro meses, tratando de conjurar sus miedos. Al llegar al cruce esperó a que nada viniera cerca, y pudo, pese a su cerebro, cruzar la calle sin que nada le sucediera. Cuando había avanzado un par de metros y se había atrevido a apurar la marcha, el ruido de una potente explosión lo dejó ensordecido, y con un dolor inconmensurable en su tobillo operado.

Sergio yacía en el suelo. En el lugar en que estaba su pie, ahora no había más que jirones de músculos y piel quemada, de los cuales manaba sangre a raudales. De pronto una sombra apareció frente a él, dejándolo paralizado presa del miedo y el estupor: el traumatólogo que lo había operado estaba de pie, con una especie de detonador en su mano y un libro en la otra, que arrojó en la cara del sufriente escritor. Sólo en ese instante reconoció el nombre del autor de aquella terrible novela que había destrozado con sus críticas, que no era otro que el mismo cirujano. El despechado médico se encargó de atropellar a Sergio, operarlo, y colocar tornillos de titanio huecos, rellenos de un explosivo plástico de alto poder, para poder detonarlos y llevar a cabo su cruenta venganza. Justo cuando el escritor intentó suplicarle ayuda a su antojadizo enemigo, una segunda persona se dejó ver, dejando a Sergio sin posibilidad de reaccionar: la esposa del traumatólogo, una joven odontóloga, que había reemplazado cuatro piezas dentales de Sergio por implantes de titanio para poder llevar a cabo la cirugía del tobillo, le pasó a su esposo el segundo detonador, aún sin activar.

1 Comments:

Blogger Sergio Alejandro Amira said...

Con cada palabra que leía, mi pie palpitaba un poco más, curiosamente, hoy me probé mi tobillera estabilizadora, la cual deberé usar de aquí en adelante... Sólo por si acaso voy a revisar que no tenga explosivos.

7:45 p.m.  

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