Después de apretar por última vez la cuerda de acero, la tranquilidad
volvía a apoderarse del alma del guitarrista, pues podría por fin volver a
tocar, y hasta tal vez a componer.
El músico era el guitarrista de una afamada banda de jazz, que contaba
con cerca de diez discos editados, y que por lo bajo hacía diez o doce tocatas
menores y dos o tres espectáculos masivos al año, al menos uno de ellos fuera
del país. El guitarrista era reconocido por su virtuosismo y su gran capacidad
para improvisar, además de una gran calidez y empatía con el público, lo cual
lo tenía en un sitial especial para sus admiradores.
Aquella tarde estaba en la sala de ensayos, trabajando el solo de una
nueva canción. De pronto, la impetuosidad lo llevó a tensar demasiado el
encordado, cortando la cuarta y quinta cuerdas, dejándolo en una suerte de
estado de indefensión y desesperación, que lo hizo salir raudo del lugar a
conseguir las cuerdas que necesitaba para seguir desarrollando su arte.
El guitarrista caminaba casi desesperado por la calle, necesitaba sus
cuerdas para poder seguir componiendo y no atrasar las grabaciones del nuevo disco. De pronto
una joven admiradora lo detuvo en la calle para saludarlo, felicitarlo, y
pedirle un autógrafo, a lo que el guitarrista accedió de inmediato, cambiando
ipso facto su semblante para no incomodar a la muchacha. Luego de conversar un
par de minutos con ella, la invitó a tomar un café para seguir la conversación,
a lo que la joven accedió de inmediato.
Después de apretar por última vez la cuerda de acero, la tranquilidad
volvía a apoderarse del alma del guitarrista. El cuello de la muchacha no opuso
mayor resistencia a la delgada pero poderosa cuerda, facilitando la labor del
guitarrista, quien cargó el cuerpo hasta su automóvil que estaba a un par de
metros de donde mató a la desdichada mujer. Una vez llegó a su casa bajó el
cuerpo, lo dejó en la losa cerámica que tenía preparada, y sin contemplaciones
abrió su abdomen y extrajo los intestinos de la muchacha: desde que descubrió
que las cuerdas de intestino humano sonaban cientos de veces mejor que las de
tripa de animal, alcanzó el sitial que merecía en la escena musical
internacional.