Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 23, 2015

Semillas


Cuenta una vieja historia, salida del recuerdo de los sin memoria, que existe un pueblo rodeado de pequeñas granjas, donde vive una anciana hosca y silenciosa sin antepasados ni descendencia, que se niega a morir porque dice tener un trabajo que sólo ella puede llevar a cabo. El relato dice que la anciana es propietaria de una granja donde lanza semillas por doquier, sin importarle el destino de dichas semillas. Lo único que parece importarle es el origen y el cuidado mientras aún son semillas.

Cuenta la historia que la anciana en cada luna llena lleva un puñado de semillas escogidas al azar y lo deja sobre una mesita de piedra, donde la luna baña las semillas, y renueva el ciclo de la vida. A la mañana siguiente, la anciana lanza las semillas donde sea, y las deja crecer, morir, secarse o ser devoradas por las aves sin distingo ni preocupación alguna. Al siguiente día, la anciana emprende un viaje que dura veinticinco o veintiséis días, para alcanzar a volver antes de la luna llena venidera.



Cuentan que una vez llegó un forastero al pueblo, y al conocer la historia de la anciana, decidió desentrañar su secreto por simple curiosidad. El día que la anciana inició su travesía, el forastero empezó a seguirla a prudente distancia, para saber dónde iba y en qué consistía su viaje. Pese a las dificultades, el forastero logró seguirle la huella a la anciana, quien luego de ocho días llegó a una caverna de enorme entrada, pero que al parecer se achicaba cada vez más y más, hasta apenas dar cabida a un humano de talla normal y un animal de carga. El forastero debió utilizar todos los recovecos y salientes de roca de la cueva para no ser descubierto, y lograr acceder al secreto destino de la anciana. A los cuatro días de marcha dentro de la cueva la anciana se detuvo y se sentó a esperar, justo frente a un sector en que la cueva parecía crecer enormemente de tamaño.



El forastero miraba en silencio y a prudente distancia a la anciana, quien no parecía tener apuro alguno. De pronto un leve temblor se dejó sentir, que con el paso de los segundos empezó a aumentar de intensidad, acompañado de un bramido que nacía de las entrañas de la roca, y que a ratos parecía generar el temblor. Cuando la intensidad llegó al máximo, una sombra de forma humanoide apareció frente a la anciana, quien traía consigo un grupo de entre cincuenta y cien presencias opacas que parecían mirar al suelo con pena y desesperación. En ese instante la anciana lanzó al suelo un puñado de semillas: desde ese momento en más, las presencias opacas abrieron sus bocas en un grito silencioso, siendo capturadas todas y cada una en cada semilla en el suelo. Una vez hubo terminado el proceso, el demonio dio la vuelta y volvió a las entrañas del infierno, mientras la anciana guardaba una a una las semillas con las almas de los pecadores que en trece o catorce días encarnarían en plantas o aves, para cumplir la fase final de su castigo y poder empezar a encaminarse al juicio final.



Ah cierto, el forastero… dicen en el pueblo que nunca más supieron de él; obviamente después de ver lo que vio, no quería saber del destino de cada una de las semillas. Además, tenía que encontrar luego un computador para escribirles el cuento…