Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, marzo 16, 2016

Ocaso

Esa soleada tarde de otoño la vida transcurría sin apuro en la ciudad. La gente aprovechaba la grata temperatura para pasear por el parque y estrujar hasta los últimos rayos de sol, a sabiendas que el invierno estaba ad portas, trayendo su equipaje de frío, oscuridad y humedad. Los árboles de hojas perennes mantenían las sombras en el lugar, y el bien cuidado pasto hacía las veces de alfombra que amortiguaba los pasos de la gente, haciendo de ese día una jornada inolvidable.

Como era de esperar, el cielo empezó de a poco a oscurecerse, haciendo que la gente se fijara en sus relojes para iniciar el regreso a casa, o a cualquier lugar que les permitiera prolongar esa infrecuente felicidad que estaban viviendo; en ese instante las miradas empezaron a cruzarse, envueltas en muecas de sorpresa, al darse cuenta que el ocaso había empezado dos horas antes de lo habitual. De pronto un barrendero fijó su vista hacia el oeste, llevando a que progresivamente todas las miradas confluyeran hacia el mismo lugar: una enorme nube negra avanzaba hacia el este a baja altura y gran velocidad, obstruyendo el paso de los rayos solares y cubriendo con un extraño manto oscuro a toda la superficie bajo ella. Mientras algunas personas empezaron a huir despavoridas, la mayoría quedaron como hipnotizados con tamaño espectáculo, rezando en voz baja cualquier oración que los ayudaran a reaccionar y a poder huir, como el resto.

La estampida humana empezaba a hacerse cada vez más peligrosa, dejando a muchos niños extraviados de sus padres, con el riesgo de ser aplastados por los más cobardes de la masa. Un pequeño de unos seis años lloraba en medio de quienes corrían, hasta que giró hacia la nube, empezando de inmediato a sonreír y a levantar los brazos; un policía que intentaba ordenar la estampida lo tomó en brazos, y al ver su insistencia, giró. Para sorpresa suya, la nube que avanzaba sobre ellos parecía estar conformada por aves; a los pocos segundos la estampida humana se había detenido, dando paso a las miradas de asombro y a las fotografías espontáneas con los teléfonos celulares, tratando de captar al conjunto y a las aves individuales que conformaban esa gigantesca y extraña nube. A los diez minutos de iniciado el espectáculo, el cielo se limpió nuevamente.

La paz volvía lentamente a la ciudad, luego del extraño episodio que habían vivido. Como era de esperarse, el cielo nuevamente empezó a oscurecerse, a una hora que ya era esperable para el ocaso; sin embargo, una nueva nube negra se vio avanzando desde el oeste, lo que llevó a que muchos prepararan sus cámaras para la segunda parte del espectáculo. El barrendero fue el único capaz de ver que la nueva nube no era tal, sino una gigantesca ola de más de trescientos metros de altura que avanzaba a una velocidad incalculable, causada por la caída de un enorme asteroide al mar, y que había provocado minutos antes la natural huida de las aves a terrenos altos y más seguros.