Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, agosto 02, 2017

Solo




El viejo hombre caminaba por la calle en silencio, recordando su pasado reciente. Hacía pocas horas su pareja lo había dejado, y ahora estaba sumido en el peor sentimiento que sentía que podía vivir: incertidumbre. Hasta ese momento y pese a los problemas había una luz al final del túnel de su existencia, pero su ahora ex pareja se había encargado de apagarla para siempre, dejándolo sin destino a partir de ese momento. Su marcha era descuidada y desconcentrada, y ya en varias ocasiones había chocado con otros transeúntes: en su mente trastocada de ese momento, cada choque era algo de contacto físico que lo hacía olvidar su reciente soledad.

El viejo hombre caminaba por la calle sin destino. Había salido por salir, para no estar en casa recordando a cada momento los lugares comunes que aún lo mantenían atado al recuerdo de su ex pareja. El hombre hacía un recorrido que hacía regularmente, y que probablemente lo dejaría en algún bar; sin embargo, no eran las ganas de beber las que lo movían, sino la necesidad de dejar atrás lo que ahora era su pasado, muy a su pesar.

El viejo hombre llegó finalmente a su bar de siempre, entró al lugar cabizbajo, sin ganas de saludar a nadie, se sentó en la barra y esperó a que el barman lo atendiera. Era extraño estar en el lugar donde muchas veces se había juntado con su pareja, o donde había esperado por noticias de ella, ahora con la certeza de estar sin su compañía y sin la posibilidad que ella se comunicara con él. Estaba solo, se sentía solo, su vida había cambiado nuevamente, y no tenía más que aprender a existir en su nueva realidad, esa que ya había vivido tantas veces y que tanto odiaba y recordaba odiar.

El viejo hombre seguía sentado en la barra, mirando al infinito en el espejo al fondo del lugar. El barman no lo había tomado en cuenta, cosa que al parecer no le molestaba, pues la daba tiempo para pensar en su nueva realidad y decidir qué hacer con su vida a partir de ese instante. Su vida había caído nuevamente en la incertidumbre, y pese a que todos los días tenía una rutina armada, sentía que el sentido de esa rutina se había perdido horas atrás.

El viejo hombre seguía sentado en la barra. Hacía más de una hora que estaba sentado en la barra del bar, y el barman nunca lo había tomado en cuenta. De pronto el hombre fijó su vista en el espejo que antes había pasado por su mirada, y que ahora le devolvía una imagen incomprensible: en el espejo podía ver la pared detrás de él, sin que su imagen apareciera en alguna parte. Recién empezaba a caer en cuenta que esa tarde había muerto de pena, y que su realidad era definitivamente irreversible.