Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, enero 17, 2018

Nada

El viejo hombre miraba a la nada. Sentado en su escritorio el hombre estaba esperando en silencio a que empezara su jornada laboral, mientras su mente divagaba en los oscuros rincones de su pasado y en sus planes a futuro. Nunca hasta ese entonces había tomado conciencia de sus estados de concentración en sí mismo, y de pronto se dio cuenta que eran más recurrentes que lo que se había imaginado. De hecho en ese momento el viejo hombre cayó en cuenta que gran parte del día lo pasaba divagando, y que gran parte de las ideas que salían de esos tiempos eran negativas o lisa y llanamente autodestructivas.

El viejo hombre miraba a la nada. Frente a sus ojos desfilaban los hechos de su pasado, sus triunfos, sus derrotas, sus alegrías y sus penas, sus logros y frustraciones, su todo. Estaba conforme por todo lo que había logrado y lo que había perdido, pero sentía que aún tenía hechos que aportar a su evolución, que le faltaban cosas para sentirse satisfecho del todo con su vida. El hombre sentía que tenía experiencias de sobra, pero que aún le faltaban cosas por vivir: la vida era un libro abierto, y él aún tenía ganas de seguir escribiendo en las páginas en blanco que quedaban.

El viejo hombre miraba a la nada. El futuro se desplegaba frente a sus ojos como un árbol de posibilidades, donde cada rama era una decisión diferente. Él no estaba partiendo de cero, tenía una historia tras él desde la cual planificar los hechos por venir, y que le servían para poder tomar decisiones adecuadas en pos de sus objetivos. Él no esperaba a que el futuro le dijera que vendría, él planificaba su futuro, y tenía el cuidado de tomar varias decisiones para tener todos los cabos atados y no encontrarse con sorpresas sobre la marcha; él ya no estaba en edad para sorpresas.

El viejo hombre miraba a la nada. De pronto su mente volvió en sí y se dispuso a empezar a trabajar; en ese instante el hombre miró a todos lados y sólo vio oscuridad por doquier. El viejo hombre estaba desconcertado; de pronto su instinto lo hizo mirar hacia abajo y a lo lejos vio su cuerpo inerte sobre el escritorio de su trabajo, mientras algunos compañeros lo zamarreaban y otros se daban vuelta y empezaban a llorar. Definitivamente esa divagación fue demasiado larga, y era la única que no cumpliría sus objetivos.