Dicen que los fantasmas son almas
desencarnadas que quedan existiendo invisibles en nuestro plano de existencia.
Otros dicen que es energía sobrante que queda en el cuerpo al momento de morir,
y que ella es capaz de proyectar una imagen en nuestra realidad. Déjenme
contarles mi experiencia al respecto, a ver si ello logra dar luces al
respecto.
Tengo ochenta y ocho años. He dedicado
mi vida a las artes y éstas, hasta ahora, me han dado lo suficiente para llevar
una vida sin sobresaltos. Estos últimos treinta años mi existencia ha
transcurrido entre las paredes de mi departamento, pues mi mente, más activa
que en mi juventud y mi temprana adultez, se ha activado de modo tal que no me
queda tiempo más que para crear y para vaciar en papel todo lo que fluye desde
mi anciano cerebro. Hay una señora veinte años menor que yo que viene al
departamento tres veces a la semana, a hacer el aseo, preparar comidas y hacer
las compras, para que yo pueda dedicarme a lo mío exclusiva y excluyentemente.
A mi edad ya no quedan amigos vivos, y los pocos que aún no han fallecido
dedican su tiempo a sus familias y a aquellos que aún salen de sus hogares.
Así, mi existencia está reducida a
crear, comer y cagar, en ese orden.
Hace dos semanas atrás, un viernes, la
señora hizo costillar de cerdo con papas fritas. La comida estaba
maravillosamente salada, y la disfruté como ninguna. A la hora de la cena,
cuando esta señora ya se había ido, calenté la porción de la noche para volver
a disfrutar de dicho manjar. Cuando estaba comiendo, parece que algo de aire
tragué, pues se me puso en el pecho un extraño dolor que no parecía ceder con
nada, hasta que me decidí a tomar un sorbo de vino, lo que calmó mi dolor.
Ese fin de semana estuvo todo tranquilo,
seguí creando como si nada hasta que llegó el lunes por la mañana. Ese día la
señora abrió la puerta con su llave, y un grito se escuchó desde mi dormitorio;
corrí a verla y ahí me llevé la sorpresa de mi vida. En la mesa estaba un
cuerpo igual al mío, con la piel azulosa, y al parecer sin signos vitales. La
señora llamó a la policía y a la ambulancia, quienes llegaron a los pocos
minutos a mover el cuerpo. Cuando decidieron trasladar el cadáver a donde
pudieran determinar la causa de la muerte, una imagen brillante salió desde la
cabeza; la imagen era igual a mi cuando joven, y luego de mirar un poco a su
entorno, eligió un punto y se dirigió ahí sin intenciones de volver. Y ahora
estoy aquí, dos semanas después, encerrado en lo que fuera mi departamento,
lleno de ideas para crear, pero sin saber qué soy o cuál es mi destino, si es
que tengo uno.