Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, marzo 14, 2018

Tormenta



El viejo árbol al fondo del patio crujía con el fuerte viento de esa noche. A esa hora había una incipiente tormenta eléctrica, y los relámpagos generaban extrañas imágenes al pasar a través de las ramas del árbol en la oscuridad. Manuel miraba desde la ventana que daba al patio y desde la inocencia de sus seis años, y su imaginación volaba viendo todos los monstruos imaginables e inimaginables a los pies del árbol. Definitivamente el ruido del viento, la luminosidad de la tormenta y sus temores infantiles le impedirían dormir decentemente.

Diez minutos más tarde y gracias a su madre, Manuel estaba acostado en su cama, bien arropado, con la puerta entreabierta y la luz del pasillo encendida, además de una pequeña lamparita de baja luminosidad dentro del dormitorio; lentamente el sueño empezó a apoderarse de su mente, dejando de lado sus temores y empezando a sumirlo en el extraño mundo de los sueños. Justo cuando estaba a punto de quedarse dormido, una fuerte explosión se escuchó a las afueras de su casa, la cual inmediatamente quedó sin luz. Manuel se levantó raudo a ver por la ventana de su dormitorio: en ese instante un relámpago iluminó todo el patio trasero de su casa, dejando ver las sombras a los pies del árbol. Veinte segundos después un segundo relámpago iluminó todo, y le permitió ver a Manuel que bajo el árbol no se proyectaba ninguna forma extraña: los monstruos habían desaparecido.

Manuel se acurrucó en su cama, luego de haber metido la cabeza por la puerta que daba al pasillo y ver que nada había en el lugar, y que no había señales de la presencia de sus padres. La tormenta eléctrica seguía, y todo empezaba a hacerse monótono. Manuel, arropado en su cama, decidió que había llegado la hora de portarse como un niño grande, dejar de lado los temores a monstruos que ya no se veían en el lugar, e intentar dormir para estar listo a la mañana siguiente para ir al colegio. En ese instante en el pasillo una serie de crujidos y un hipnotizante siseo le quitaron el sueño.

A la mañana siguiente la madre de Manuel se levantó temprano. Cuando pasó por el dormitorio de Manuel descubrió que el pequeño no estaba ahí. La joven mujer despertó a su esposo y entre ambos empezaron una desesperada e infructuosa búsqueda del menor. Mientras tanto, en el patio de la casa y alojado en las raíces del árbol, Manuel dormía un profundo y eterno sueño custodiado por las sombras liberadas por la tormenta la noche anterior.