Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, abril 04, 2018

Motociclista

El motociclista avanzaba raudo por la carretera. Hacía un par de horas que no se cruzaba con ningún vehículo, por lo que podía regular su velocidad a sus anchas y a las condiciones del clima y del camino. A esa hora el conductor usaba el casco con la visera baja, pues ya se había cansado del viento en su rostro, de los mosquitos, y de la temperatura que lentamente empezaba a bajar conforme avanzaba el día. Ahora sólo necesitaba encontrar luego un lugar donde recargar combustible, pues no lo quedaba más de un litro en el estanque. De pronto a lo lejos vio los vivos colores al lado de la carretera, señal inequívoca que había encontrado lo que buscaba.

El motociclista seguía conduciendo su vehículo de noche. La carretera seguía igual de vacía que antes, por lo que su conducción era casi soñada. De hecho el conductor aún estaba sorprendido al recordar que la bomba en que había recargado combustible también estaba vacía, y que si no fuera porque usaba sistema de autoservicio no hubiera podido reabastecerse; de todas maneras y a esa hora, con estanque lleno, no tenía preocupaciones hasta unos quinientos kilómetros más cuando debería volver a recargar.

Medianoche. La motocicleta era el único vehículo desplazándose por la carretera a esa hora. La luz del foco delantero era la única señal de vida en el oscuro lugar, y el motociclista, salvo los animales, el único ser vivo. La preocupación empezó a apoderarse del conductor quien no veía a nadie hacía muchas horas, y que temía haberse equivocado de camino. De improviso detuvo su motocicleta y empezó a mirar al cielo, como esos viejos navegantes que se guiaban por las estrellas para seguir su rumbo en la inmensidad del océano y en la época sin satélites ni celulares, en que eran las señales reconocidas en el infinito las que le decían a las personas dónde se encontraban. Luego de algunos segundos mirando a la nada, el conductor volvió a encender el vehículo para proseguir su marcha.

El motociclista avanzaba raudo por la carretera. A esa hora de la madrugada ya conocía su destino y lo que debía hacer para cumplirlo. El viejo guerrero avanzaba por la carretera vacía, luego que miles de naves extraterrestres secuestraran a casi todos los habitantes del planeta para evitar el apocalipsis: ahora al guerrero le quedaba buscar a los pocos que se hubieran salvado del secuestro para poder matarlos y una vez cumplido su cometido, volver a su lugar de origen. Luego de volver a cargar combustible en una bomba desierta, acomodó la espada en su espalda, y siguió buscando terrestres para terminar lo antes posible su misión.