Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 16, 2018

Francotirador

En medio de una tupida selva, los animales salvajes se mantenían alejados de un pequeño alto en la superficie del terreno. En el lugar no parecía haber nada, pero los sentidos de los animales les permitían saber que el lugar no estaba desierto. Bajo algunos kilos de restos de suelo y cortezas de árbol muerto, un francotirador se encontraba camuflado mirando al terreno del enemigo a través de la mira de su fusil Barret. El silencio, el camuflaje y la inamovilidad eran sus herramientas para pasar desapercibido para los débiles sentidos humanos, por lo que se encontraba tranquilo llevando a cabo su misión esa mañana.

El francotirador era un veterano de guerra, que llevaba en su registro personal más de cien blancos acabados; ese eufemismo le permitía no tener pesadillas en la noche pensando que había asesinado a más de cien personas con su fusil a larga distancia, personas que fuera de la guerra tenían familia, sueños, planes y rutinas que se habían visto interrumpidas por la decisión de algún gobernante irresponsable de llevarlos a un lugar desconocido a asesinar y ser asesinados. El francotirador veía objetivos a través de su mira, que identificaba como soldados rivales gracias a sus vestimentas; luego de disparar, en la mira se veía una enorme mancha roja donde estaba la cabeza o el pecho de su blanco, dado el excesivo peso de la bala que disparaba su arma. Ello le permitía alcanzar a objetivos a mayor distancia, y por ende a verlos como blancos y no como personas.

El francotirador tenía la mira apuntada a quinientos metros de su ubicación. De pronto una tropa aparece en su campo de tiro, marchando ordenada en su dirección. El tirador decidió hacer blanco en quien comandaba el grupo para dispersarlo, sin embargo al sacar el ojo de la mira y luego reubicarlo, la tropa había desaparecido. El tirador asumió que lo que había visto era producto del cansancio y la humedad, y lo dejó pasar.

Media hora más tarde el francotirador vio una mancha en su campo visual, por lo que ajustó la distancia de su mira; con sorpresa vio que a doscientos metros venía avanzando la misma tropa que había visto antes. El tirador estaba decidido a no dejar pasar la oportunidad y fijó el blanco en el líder del grupo; en ese instante el tirador parpadeó, y al abrir el ojo la tropa había vuelto a desaparecer. El hombre estaba intrigado mas no nervioso, y se preocupó de proseguir su vigilancia del lugar a ver qué sucedía con sus enemigos.

Una hora más tarde una nueva mancha en el campo de la mira le dio a entender que el objetivo se encontraba a menor distancia; al ajustar la mira a cincuenta metros se encontró con la tropa avanzando hacia él. De pronto vio algo que lo dejó estupefacto, que no tenía lógica alguna, pero que no era producto del cansancio pues los lentes de su mira no se cansaban.

En medio de la tupida selva, el francotirador estaba sentado en el alto del terreno, con el fusil apuntando al cielo y con el seguro puesto. En ese instante la tropa que había visto estaba llegando a su posición; más de cien soldados con sus pechos destrozados o sin cabeza o partes de ella lo rodearon en silencio. El francotirador sabía que había llegado el momento de pagar su deuda con las almas de los objetivos que había eliminado en su carrera de asesino profesional.