Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 02, 2018

Frio

Esa mañana el frío calaba los huesos. La gente en el paradero, pese a estar bien abrigada, se apretujaban unos contra otros para tratar de mantener algo de calor; los ciclistas que se atrevían a salir en su medio de transporte de costumbre se veían pálidos, sin lograr entrar en calor pese al vigoroso trabajo muscular que implicaba mover sus vehículos. Los conductores en sus vehículos pasaban con los vidrios empañados al tener la calefacción al máximo, pese a lo cual igual se notaban tiritando en sus asientos. Parecía que una nueva era de hielo estuviera apoderándose de la ciudad en ese instante.

En la medida que los buses empezaban a pasar, el paradero se vaciaba lentamente en espera que otros usuarios llegaran a llenarlo, tan ateridos de frío como sus antecesores. En ese grupo venía una madre con su pequeña hija de cuatro años,  a la cual tenía que ir a dejar al prekinder antes de irse a su trabajo. De pronto la niña empezó a levantar sus brazos, como si intentara llamar la atención de alguien más alto que ella, pero mirando hacia un lugar en que no había nadie; la madre tironeó levemente el abrigo de la niña para sacarla de su estado de concentración sin lograr su objetivo. En ese instante un perro callejero apareció en el lugar, empezando a mover la cola y a hacer fiestas hacia el mismo lugar en que lo hacía la pequeña.

La ciudad parecía estar poseída a esa hora de la mañana. Todos los niños menores de cuatro años y los animales le hacían fiestas a la nada, y nadie era capaz de entender por qué estaba pasando eso o cómo sacar  a niños y animales de ese estado. Quienes andaban con sus hijos no podían seguir con sus actividades, y muchos de los animales estaban parados en medio de la calle jugueteándole a la nada e interrumpiendo el tránsito. Todo estaba convertido en un caos, y nadie parecía saber qué hacer.

A esa hora de la mañana salía de una vieja y mal cuidada casa una señora pequeña de edad avanzada, que tenía conflictos permanentes con sus vecinos por sus hábitos algo anormales, pues acostumbraba a hacer fuego en el patio de la casa, que llenaba de un humo espeso y maloliente a todo el barrio. La mujer se dirigía al juzgado de policía local a responder por una denuncia hecha en su contra por varios vecinos, a sabiendas que nadie iba a llegar a confirmar el procedimiento: la noche anterior la bruja había abierto un portal, dejando en este plano a miles de almas en pena que tenían alborotados a los seres más sensibles del lugar.