Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 09, 2018

Oracion

La muchacha rezaba en silencio en la iglesia. Hacía poco había terminado la última misa del día, los feligreses ya se habían retirado, dejando a la muchacha sola en su estado de concentración con su alma y la divinidad. A esa hora ya habían apagado la mitad de las luces del lugar y la encargada del aseo había empezado a barrer los pasillos, mientras la joven mujer permanecía arrodillada orando en silencio y con los ojos cerrados. Desde la puerta que daba al lado del altar mayor, la joven era observada por el sacerdote de la parroquia, quien trataba de entender la actitud de la joven.

El maduro sacerdote llevaba cerca de diez años como párroco del lugar. Tres meses antes había visto aparecer a la joven muchacha en una de sus misas, luego de la cual la joven permaneció media hora más, rezando sola y en silencio en el lugar. Desde esa fecha, y cada vez que había servicio en su parroquia, la joven aparecía y se quedaba media hora orando arrodillada en silencio. En más de una ocasión el sacerdote estuvo tentado de ir a preguntarle por qué lo hacía, pero luego sentía que podría invadir la privacidad de la joven y decidía dejarla seguir con su costumbre, que mal que mal no dañaba a nadie.

Cuarenta minutos después la joven seguía en el mismo lugar, arrodillada y rezando muy concentrada. El sacerdote había vuelto de cambiarse de ropa y volvió a verla a través de la puerta del lado del altar; era primera vez que la joven se pasaba de la media hora, y la señora del aseo ya estaba llegando al lugar donde ella estaba. Al parecer era momento que él interviniera para saber qué le pasaba a la mujer, y tratara de persuadirla de irse. El sacerdote abrió la puerta y se dirigió donde la joven; al llegar frente a ella, quedó paralizado.

La joven mujer rezaba en silencio en la iglesia. El sacerdote estaba parado frente a ella, viendo cómo varios hilos de sangre manaban de su frente y cubrían su rostro; la joven parecía estar en un estado de éxtasis mientras oraba, y pese al sangrado no dejaba de orar. De pronto inclinó su cabeza hacia adelante, lo que hizo que el sudor sanguinoliento cayera sobre las baldosas de la iglesia: una de ellas se iluminó lentamente dejando estupefacto al sacerdote. En ese instante la muchacha abrió los ojos, se agachó, levantó la baldosa iluminada y sacó del espacio bajo ella una pequeña caja que contenía un anillo de compromiso. La joven se colocó el anillo en el dedo anular izquierdo, y luego de reventar los cerebros del sacerdote y la señora del aseo con su pensamiento, salió del lugar con su compromiso hecho y lista para cumplir la misión encomendada varios milenios antes.