Una presencia insensible apareció de
pronto en medio de la calle. Con plena conciencia de sí misma empezó lentamente
a ubicarse en el entorno en que se encontraba; luego de un tiempo suficiente
para saber dónde y cuándo estaba, decidió buscar una iglesia, a ver si alguien
ahí era capaz de tomar contacto con ella y ayudarla a lo que fuera que se
supone que debía hacer un alma desencarnada en un plano físico. Sin necesidad
de mover sus extremidades decidió hacia dónde ir, para que su mente empezara el
desplazamiento hacia el sitio donde deberían ayudarla a seguir con un plan que
hasta ese entonces desconocía.
El alma entró a la iglesia. Sin sentir
nada especial, empezó a recorrer el lugar que a esa hora se encontraba vacío,
salvo por dos ancianas vestidas con ropas viejas pero bien cuidadas, y con sus
rostros cubiertos por sendos velos negros, que oraban en silencio. El alma se
dirigió al altar y luego a las oficinas de la iglesia, donde se encontraba un
añoso sacerdote de gruesos anteojos y audífono en el oído derecho. El alma
empezó a ver de qué modo llamar la atención del sacerdote para intentar
comunicarse con él; de a poco empezó a concentrarse a ver si era capaz de mover
algún objeto físico. Luego de algunos minutos encontró el modo de mover objetos
pequeños y ruidosos; sin embargo la sordera y ceguera del sacerdote le impedían
notar las caídas de cosas desde el escritorio. El plan del alma no estaba
funcionando.
El alma estaba por caer en
desesperación, pues mientras intentaba llamar la atención del sacerdote éste se
dedicaba a comer como si nada ocurriera a su alrededor. El alma entonces pensó
que la única forma de captar los sentidos del sacerdote era materializándose;
si ya había logrado mover objetos de la mesa, también debería ser capaz de
materializar aunque fuera tenuemente su imagen en el plano físico y con ello
iniciar alguna suerte de diálogo con el sacerdote. Tras varios minutos de
concentración logró materializar un dedo: ahora que sabía la técnica
simplemente debía aplicarla a todo su cuerpo para que sacerdote lo viera y
pudiera comunicarse con él. O al menos eso creía.
El sacerdote comía despreocupado en su
oficina. De pronto frente a él una imagen fantasmagórica se materializa,
sorprendiendo sobremanera al viejo hombre; tal fue su sorpresa que tragó mal la
cucharada de comida que tenía en la boca, haciendo que pasara a la vía
respiratoria asfixiándolo. Cinco minutos después la frustrada alma se
encontraba donde mismo, nuevamente en el plano paralelo, y ahora acompañada del
alma del sacerdote que aún no comprendía qué le había sucedido.