Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 27, 2018

Sargento

Seis cincuenta de la mañana. El sargento instructor se encontraba en el patio principal, esperando la llegada de los reclutas para empezar el entrenamiento de esa mañana. En diez minutos cien reclutas perfectamente formados deberían estar frente a él para que, luego de insultarlos y vejarlos verbalmente a todos y de humillar físicamente a unos cuantos, empezaran con los ejercicios planificados para fortalecer sus cuerpos y debilitar sus voluntades, para así tener soldados entrenados para lo que la patria, o más bien los gobernantes de turno, decidieran que debían hacer. El sargento estaba perfectamente ataviado con tenida de campaña, y ninguna hebra de su vestimenta ni cabello de su cabeza había sido dejado al azar.

Seis cincuenta y ocho. El patio estaba vacío, y ninguna cabeza se había asomado desde alguna de las barracas donde los reclutas dormían; el sargento empezó a pensar en alguna suerte de insurrección o planificación por parte de los reclutas para intentar intimidarlo o mostrar un poder que definitivamente no tenían. En cuanto su reloj de pulsera marcó las siete inició la caminata hacia las barracas para ver qué había sucedido con los soldados que debería estar a esa hora tomando distancia y ordenándose en el frío patio. El sargento esperaba de corazón que los reclutas no tuvieran alguna justificación para su ausencia, y así dar rienda suelta a una venganza que llevaba pensando hacía ya dos minutos.

Siete y diez de la mañana. El sargento había recorrido todas las barracas y no había nadie en el lugar. Luego de pensar detenidamente se dio cuenta que era imposible que los reclutas se pusieran de acuerdo para salir del recinto sin que nadie se diera cuenta. Su instinto lo llevó a dirigirse a las barracas de la tropa regular, encontrándose con el mismo panorama: nadie en los patios ni en las barracas. De inmediato se dirigió hacia los edificios donde dormían los oficiales; en el trayecto se dio cuenta que nadie estaba de guardia en las paredes del recinto ni en los puestos de vigilancia. Al llegar al edificio tuvo algo de temor al pensar en encontrar a los oficiales en su lugar, pero ello no aconteció: el recinto militar se encontraba totalmente vacío.

Ocho de la mañana. El sargento revisó todas las instalaciones y no encontró a nadie. Lo único que le faltaba por hacer era salir de las dependencias a la vía pública, para tratar de entender qué había sucedido. El sargento ordenó sus vestimentas y se dispuso a salir a la calle con tenida de campaña: ello en otras circunstancias le hubiera acarreado problemas con sus superiores, pero dado que no había nadie sobre o bajo él, no perdería tiempo en cambiarse de tenida. En cuanto salió se encontró con un lugar desconocido para él, con edificaciones que jamás había visto, y con gente muy alta y muy pálida que lo miraba con cara de estar viendo a un extraterrestre. De pronto dos seres se pararon uno a cada lado de él, lo tomaron con suavidad de los brazos y lo llevaron a una suerte de vehículo flotante: los seres no le dirigieron la palabra, ello estaría a cargo de sus superiores, que deberían explicarle en un lenguaje arcaico y ya en desuso que había traspasado una barrera dimensional y ahora se encontraba en el mismo lugar pero mil años en el futuro.