El viejo guardia de seguridad miraba
concentrado la pantalla donde se desplegaban las múltiples cámaras del recinto
en el que trabajaba. Jubilado hacía años de las fuerzas armadas, estaba
entrenado para ser metódico, lo que le facilitaba su labor y hacía más
llevaderos los largos turnos de doce horas que se llevaban en su trabajo. Esa
noche no se diferenciaba de cualquier otra, salvo la copiosa lluvia que se
había desatado cerca de las siete de la tarde y que de madrugada seguía sin dar
atisbos de detenerse. La resolución de las cámaras no se veía afectada por la
lluvia, pero de vez en cuando algunas gotas mojaban los lentes y en algunos
instantes las imágenes se hacían un tanto distorsionadas.
Tres horas después de iniciado el turno
y cuando la lluvia arreciaba, en una de las cámaras del estacionamiento una
imagen borrosa de forma humana pasó frente a una de las cámaras; el guardia de
inmediato la notó, tomó la radio para dar aviso al rondín, pero al ver que la
imagen no aparecía en ninguna de las cámaras cercanas entendió que se trataba
sólo de un reflejo y siguió con su vigilancia. Cinco minutos más tarde la
imagen volvió a aparecer, en esta ocasión en tres cámaras: una al centro del
estacionamiento, otra en la esquina suroriente y otra en la esquina norponiente.
El guardia estaba desconcertado, era
imposible que alguien apareciera en tres cámaras consecutivamente separadas por
más de quinientos metros una de otra en menos de tres segundos. Definitivamente
algo raro estaba pasando, y pese a no saber interpretar el suceso debería pedir
apoyo a los guardias desplegados en el estacionamiento. El guardia llamó por la
radio a uno de sus colegas sin obtener respuesta; entendiendo que tal vez su
colega andaba en el baño o tenía la radio defectuosa, llamó al resto de los
funcionarios. Cuando nadie le respondió, entendió que la situación se estaba
saliendo de sus manos.
El viejo guardia estaba empezando a
desesperarse. Luego de intentar comunicarse con sus colegas sin encontrar a
nadie tomó el teléfono para avisar al personal de turno en la empresa de
seguridad; el teléfono sonó quince veces antes que la llamada se cortara, sin
obtener respuesta. De pronto el guardia volvió a mirar la pantalla; en ella se
veía a la imagen aparecer en una cámara y reaparecer en otra a gran distancia,
casi instantáneamente. El hombre vio de pronto que la imagen aparecía en dos o
tres cámaras a la vez, y reaparecía en cuatro o cinco casi simultáneamente. En
un instante la imagen estaba en todas las cámaras a la vez, mirando con oscuros
ojos en cada una de ellas. El guardia entendió que su hora había llegado: dejó
la caseta de vigilancia y se dirigió al estacionamiento armado con su bastón y
su incertidumbre a encontrarse con su destino.