Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, agosto 15, 2018

Albañil

Esa fría mañana de otoño el paradero de buses estaba atestado. El viejo albañil esperaba el bus que lo llevaría al otro extremo de la ciudad, a la obra en la que estaba contratado, para hacer el mismo trabajo que había desempeñado los últimos cincuenta años, y del cual no quería jubilar pues sabía que si se quedaba en su domicilio moriría de aburrimiento y desidia en el corto plazo. A su edad era inmensamente cansador levantarse a las cinco y media de la mañana para alcanzar a llegar a una hora prudente al trabajo, pero prefería eso a estar en la casa viendo las paredes, el techo y el televisor.

Cinco minutos más tarde el albañil estaba sentado en uno de los asientos preferenciales del bus, mientras en los pasillos la gente se amontonaba más y más; si no tomaban esa máquina la siguiente pasaría en diez o quince minutos más, lo que les aseguraría a todos llegar atrasados a su destino. El albañil como todas las mañanas en que lograba irse sentado se puso a mirar la ciudad por la ventana del pasillo; pese a que se sabía de memoria el trayecto todos los días descubría colores nuevos en la calle gracias a las distintas luces de los vehículos que pasaban a esa hora. De pronto y sin quererlo el cansancio se apoderó de él y se quedó profundamente dormido.

El albañil despertó lentamente de su siesta. Mientras abría los ojos y se desperezaba con los brazos cruzados para que fuera menos notorio, esperaba no haber pasado de largo de su destino, para no tener que devolverse y llegar atrasado al trabajo. Al abrir bien los ojos se encontró con un panorama incomprensible: en el bus sólo seguía él en su asiento, todos los otros pasajeros se habían bajado dejándolo a él seguir durmiendo y quizás en qué lugar de la ciudad. El albañil se paró desesperado y fue al asiento del conductor para saber qué había pasado o dónde se encontraba; al llegar al lugar encontró el asiento vacío mientras la máquina se conducía sola.

El albañil estaba desconcertado. El bus avanzaba por un camino invisible con las luces apagadas, sin conductor, y con él como único pasajero. De pronto a lo lejos divisó un punto luminoso, que cada vez se hacía más grande, hasta que en un momento la luminosidad envolvió por completo al vehículo; en ese instante una sensación de paz y tranquilidad se apoderó del albañil, haciéndolo olvidar la situación en que se encontraba. En poco rato más sabría que el bus había sido chocado por un camión de valores, que cinco personas habían muerto incluyéndolo a él, y que de los cinco, sólo él había merecido encontrar la luz.