Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 12, 2018

Músico

El viejo músico limaba lenta y parsimoniosamente sus uñas. Desde la primera clase había aprendido que el cuidado de las manos era vital para una adecuada interpretación de su instrumento, y una medida estética que le permitía presentarse seguro frente a cualquier audiencia. Una vez terminado el proceso, el músico abrió un cuaderno de partituras con algunos compases anotados en él, para poder seguir creando lo que debería ser su obra cúlmine y una especie de herencia para la humanidad. El viejo músico cerró sus ojos, dejó que su imaginación empezara a volar, interpretando en el instante las notas que manaban de su mente, y una vez convencido de su sonido, las anotaba en el cuaderno.

Luego de una hora de composición el músico decidió para un rato para aclarar sus ideas y evitar caer en repeticiones innecesarias en los compases; dejó el instrumento en el estuche que había sobre la mesa y se sirvió un café. Cuando iba en el segundo sorbo una lluvia de ideas se apoderó de su cabeza, haciéndolo dejar de inmediato la taza en la mesa para tomar su instrumento, empezar a tocar y a escribir lo creado; al parecer el efecto del café había sido casi mágico, pues en pocos minutos había duplicado lo creado en la primera hora de trabajo.

Tres horas después el músico estaba frenético, pues su cerebro no dejaba de crear sonidos y armonías. Sus manos ya estaban acalambradas de tanto tocar y escribir, hasta que de pronto se encontró con la última página del cuaderno llena, y con las ideas manando a raudales dentro de su cerebro, luchando por salir lo antes posible para no bloquear a las nuevas que se sucedían una tras otra. El músico se vio en la imperiosa necesidad de salir a comprar un nuevo cuaderno lo antes posible para no perder esa vorágine de creación en que estaba sumido.

Media hora más tarde el músico estaba en la caja de la librería tratando de apurar a la dependiente para que le cobrara luego, mientras las ideas musicales se seguían agolpando en su cabeza sin poder dejarlas salir. Había tres personas delante de él en la fila, y ninguna parecía tener apuro alguno. Tanta fue su desesperación que pasó delante de los tres, siendo increpado por clientes y la cajera, quien se negó a cobrarle fuera de su sitio en la fila. El hombre de pronto sintió una fuerte opresión en su pecho, que no fue considerada por nadie luego de su actitud. Tres minutos después el hombre cayó al suelo, colapsado. Cuatro minutos después su alma se desprendió de su cuerpo, dejando inconclusa su póstuma marcha fúnebre.