Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, octubre 17, 2018

Corredora

La mujer trotaba a velocidad media por el parque. Era pleno verano, por lo que su tenida era acorde con las temperaturas de la temporada: short corto y peto era toda su vestimenta, que de vez en cuando llamaba la atención de las personas con las que se cruzaba en su trayecto. Un par de audífonos conectados al reproductor de audio de su teléfono portátil y un porta teléfono colocado en su brazo completaban su tenida, dándole la libertad de movimiento necesaria para cumplir su meta deportiva y hacerla a cada instante un poco más feliz.

La mujer de pronto sufrió un pequeño tirón en la parte posterior de su muslo izquierdo, signo inequívoco que había llegado la hora de iniciar el viaje de vuelta a su departamento para ducharse, cenar y preparar los pendientes del siguiente día laboral; así de la nada dio media vuelta y sin pensarlo más siguió su trote directo a su hogar. De pronto se cruzó en su camino un hombre extraño, con ropa larga y más gruesa que lo habitual para la temporada, quien se quedó mirándola sorprendido y por más tiempo de lo que normalmente los hombres lo hacían. Sin darle mayor importancia siguió su camino, rauda.

La mujer seguía trotando, despreocupada. A medida que avanzaba por el parque se encontraba con más gente ataviada con vestimentas demasiado gruesas para la época y que se quedaban mirándola demasiado tiempo. De pronto al llegar a un cruce vehicular había una mujer con una falda enorme que llegaba hasta el suelo y una gruesa blusa de manga larga. Al pararse al lado de ella y mantener el trote en su lugar, la mujer abrió los ojos y la boca en ademán de sorpresa, para de inmediato cubrir los ojos de su acompañante que también la miraba con ojos desorbitados.

La mujer seguía trotando ahora algo más asustada. De pronto decidió salir de dudas, y llamó a un servicio de informaciones, a ver si había alguna exposición con gente disfrazada a la usanza antigua; la mujer quedó sorprendida al notar que su teléfono celular no tenía señal. Al no obtener respuesta apuró el tranco para llegar luego a su departamento y buscar por internet el motivo para tanta gente disfrazada como a finales del siglo XIX. Al llegar a la esquina en donde estaba su edificio se encontró con una extraña sorpresa: en lugar de la moderna torre donde ella vivía, había una enorme casona con entrada para carros tirados por caballos. La gente alrededor de ella la miraba con sorpresa, mientras ella intentaba entender en qué momento pasó del siglo XXI al XIX.