La
mujer trotaba a velocidad media por el parque. Era pleno verano, por
lo que su tenida era acorde con las temperaturas de la temporada:
short corto y peto era toda su vestimenta, que de vez en cuando
llamaba la atención de las personas con las que se cruzaba en su
trayecto. Un par de audífonos conectados al reproductor de audio de
su teléfono portátil y un porta teléfono colocado en su brazo
completaban su tenida, dándole la libertad de movimiento necesaria
para cumplir su meta deportiva y hacerla a cada instante un poco más
feliz.
La
mujer de pronto sufrió un pequeño tirón en la parte posterior de
su muslo izquierdo, signo inequívoco que había llegado la hora de
iniciar el viaje de vuelta a su departamento para ducharse, cenar y
preparar los pendientes del siguiente día laboral; así de la nada
dio media vuelta y sin pensarlo más siguió su trote directo a su
hogar. De pronto se cruzó en su camino un hombre extraño, con ropa
larga y más gruesa que lo habitual para la temporada, quien se quedó
mirándola sorprendido y por más tiempo de lo que normalmente los
hombres lo hacían. Sin darle mayor importancia siguió su camino,
rauda.
La
mujer seguía trotando, despreocupada. A medida que avanzaba por el
parque se encontraba con más gente ataviada con vestimentas
demasiado gruesas para la época y que se quedaban mirándola
demasiado tiempo. De pronto al llegar a un cruce vehicular había una
mujer con una falda enorme que llegaba hasta el suelo y una gruesa
blusa de manga larga. Al pararse al lado de ella y mantener el trote
en su lugar, la mujer abrió los ojos y la boca en ademán de
sorpresa, para de inmediato cubrir los ojos de su acompañante que
también la miraba con ojos desorbitados.
La
mujer seguía trotando ahora algo más asustada. De pronto decidió
salir de dudas, y llamó a un servicio de informaciones, a ver si
había alguna exposición con gente disfrazada a la usanza antigua;
la mujer quedó sorprendida al notar que su teléfono celular no
tenía señal. Al no obtener respuesta apuró el tranco para llegar
luego a su departamento y buscar por internet el motivo para tanta
gente disfrazada como a finales del siglo XIX. Al llegar a la esquina
en donde estaba su edificio se encontró con una extraña sorpresa:
en lugar de la moderna torre donde ella vivía, había una enorme
casona con entrada para carros tirados por caballos. La gente
alrededor de ella la miraba con sorpresa, mientras ella intentaba
entender en qué momento pasó del siglo XXI al XIX.