El
sol se dejaba ver tímidamente saliendo por sobre la cordillera. El
día empezaba con la lentitud de siempre, haciendo que los seres de
la noche empezaran a ocultarse como cada amanecer. Esa mañana sin
embargo, una de las criaturas se quedó dormida, y despertó cuando
el sol ya se dejaba ver en todo su esplendor por las calles de la
ciudad. No había tiempo que perder, debía huir al inframundo lo
antes posible para no ser vista por nadie que después pudiera
reconocerla y hacerla perder sus capacidades, que despertaban al
anochecer y desaparecían con la luz del sol.
La
criatura huía rauda, camuflándose entre el mobiliario urbano que
servía bien para dichos menesteres. Hasta ese momento nadie la había
visto, por lo que podía seguir huyendo hasta encontrar alguna puerta
al inframundo que siguiera abierta a esa hora de la mañana.
Lentamente aumentaba el flujo de humanos, por lo que cada vez le
quedaba menos tiempo para huir y desaparecer en las entrañas de la
tierra. La criatura de pronto se vio de frente con un animal a quien
logró esquivar, pero terminó chocando con la pierna de una cría de
humano, que al sentir el golpe lanzó un grito, y al verla emitió un
nuevo chillido, más potente y largo que el primero, haciendo que
toda la gente notara su presencia e iniciara su persecución.
La
criatura estaba empezando a desesperarse, cada vez era más la gente
que la veía huir y que se unía a su persecución; en ese instante
empezó a recordar a ver si sabía de alguna criatura que hubiera
vivido lo mismo que ella, sin lograr acordarse de nada. En su huida
vio de pronto una casa enorme en la que pensó que podría
esconderse, o al menos despistar a sus perseguidores; en cuanto entró
al lugar y se agazapó para saber a dónde escapar, vio que sus
perseguidores se detenían ante la reja y retrocedían, al parecer
temerosos.
La
criatura estaba sorprendida, pero de inmediato se dispuso a buscar
algún portal para volver a su hogar. En ese instante una mano se
apoyó en su cabeza, haciéndola sentir cómoda y protegida. Al darse
vuelta vio a una pequeña humana de cabellos blancos que la miraba
con una suerte de ternura que la hizo sentirse acogida en ese lugar.
La criatura sintió en ese momento que no era imperioso volver al
inframundo, y que inclusive podría acostumbrarse a las suaves manos
de la mujer. Así, y de la nada, la vieja bruja había conseguido un
demonio para poder potenciar sus conjuros y lograr sus objetivos.