Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, octubre 31, 2018

Repartidor

El repartidor del restaurant aceleraba su moto para poder llegar a la hora a destino. La famosa promoción que si el pedido no llegaba en media hora era gratis lo tenía con los nervios de punta, pues obviamente si no cumplía los tiempos quien debería pagarlo era él por no manejar lo suficientemente rápido. Así, su día a día transcurría maniobrando su pequeña moto a altas velocidades por una ciudad congestionada, debiendo evitar los tacos serpenteando entre vehículos que a veces parecían no verlo por sus espejos retrovisores, o simplemente lo ignoraban poniendo sus vehículos en el espacio que él tenía ocupado en la calle.

El repartidor iba raudo por una amplia avenida, concentrado en la hora tope que tenía para llegar. De pronto en una esquina se detiene junto a él una moto enorme, vieja y algo descuidada, con un hombre mayor y mal agestado, vestido enteramente de cuero, sin casco, y dejando ver en sus muñecas y cuello los bordes de lo que suponía eran enormes tatuajes. El repartidor iba a comentarle algo al tipo acerca de su moto, pero el ver su rostro inexpresivo decidió callar, y en cuanto dio la luz verde siguió su camino en silencio. Tres cuadras más allá y al mirar por el retrovisor, el repartidor se dio cuenta que el hombre mayor seguía su mismo camino; seis cuadras después el repartidor seguía viendo por el espejo al viejo motorista: al parecer el hombre lo estaba siguiendo.

El repartidor llegó a tiempo a su destino, entregó el pedido, cobró y salió del domicilio. Al llegar a su moto vio que una cuadra más atrás estaba el motorista con el motor encendido, esperando para seguirlo. El joven pensó lo peor, por lo que de inmediato eligió la peor ruta posible, la más congestionada y con más recovecos posibles para llegar a su lugar de trabajo; a las cinco cuadras ya no se veía al viejo motorista, por lo cual el joven continuó su camino más tranquilo. Al llegar al local donde trabajaba, se encontró de frente con el viejo motorista que lo estaba esperando.

El joven repartidor estaba sorprendido y asustado, sin embargo fue capaz de sacar el poco valor que tenía para dejar su moto estacionada e ir a encarar al viejo hombre, quien lo esperaba arremangándose el antebrazo derecho. Cuando llegó frente al viejo hombre y antes que pudiera decirle nada, el viejo motorista le mostró una larga cicatriz algo chueca en su antebrazo. Con sorpresa el joven descubrió su antebrazo derecho dejando ver la misma cicatriz, con la misma curva y en el mismo lugar que el anciano. El joven repartidor y su imagen del futuro tendrían mucho que hablar acerca del futuro de ambos.