La
mujer miraba la cabeza de su marido apoyada sobre su cuerpo
desangrado encima de la cama. Mientras llamaba a la policía
intentaba entender cómo había sido capaz de hacerle eso a su
compañero de vida, y no lograba entender de dónde sacó las fuerzas
y la intención para llegar a tan macabro resultado. La mujer miraba
ensimismada la cabeza con los ojos con expresión de miedo apoyada
sobre el tórax del hombre, y veía cómo la ropa de cama, la
almohada y el colchón absorbían la sangre que parecía no parar de
salir del inerte cuerpo vestido con pijama, que minutos antes había
dormido junto a ella.
La
pareja llevaba cinco años de matrimonio sin mayores contratiempos;
habían decidido no tener hijos sino hasta los siete o diez años de
matrimonio para aprovechar de viajar y disfrutarse como pareja antes
de asumir tamaña responsabilidad de parir y criar a un nuevo ser
vivo. Todo iba bien hasta un mes atrás, en que la mujer despertó
una mañana sobresaltada, con la sensación que había alguien
sentado a los pies de su cama. Desde esa fecha todas las madrugadas
empezó a pasar por la misma sensación, hasta que quince días atrás
vio a una pequeña figura sentada, mirándola con cara de pena.
La
mujer intentó despertar a su marido pero la pequeña figura le hizo
un ademán para que no lo hiciera y lo siguiera al baño; la mujer se
pellizcó para asegurarse que estaba despierta, y luego siguió a la
pequeña figura. Al entrar al baño vio la presencia de un niño de
no más de cinco años que de pronto empezó a hablar en su cabeza.
Le dijo que la amaba con todo su corazón, que él debería ser el
hijo que ella esperaría en tres años más, pero que había visto en
la mente de su padre que él no tenía intenciones de engendrar un
hijo; dicho eso se largó a llorar, provocando una angustia enorme en
la mujer.
Durante
quince días todas las madrugadas la mujer fue despertada por el alma
de su futuro hijo quien le insistía que su padre no querría tenerlo
y que él la amaba mucho y esperaba nacer de ella. Día tras día la
mujer sufrió por esa alma, y desarrolló un rencor enorme por el
hombre que le había prometido hijos luego de un tiempo, sólo para
poder casarse con ella.
Esa
noche la mujer no durmió; antes que su marido llegara afiló muchas
veces un enorme cuchillo carnicero, y le colocó un inductor de sueño
a la cena del hombre. A la hora en que apareció el alma en la cama,
la mujer se levantó, buscó el cuchillo, y sin mediar provocación
aserró sin piedad la cabeza del hombre quien despertó por el dolor
para acabar muriendo decapitado; luego de ello la mujer tomó la
cabeza y la apoyó en el cuerpo del hombre, para ver cómo el alma
del pequeño sonreía socarronamente, evidenciando que su misión
estaba cumplida, y que se había hecho del alma de la mujer una vez
que ella muriera en la cárcel por el delito cometido