Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, enero 16, 2019

Ciclista

El maduro ciclista iba subiendo lentamente el Cerro San Cristóbal en su bicicleta de montaña ese sábado por la mañana. Había llegado a la entrada del cerro cerca de las diez de la mañana, luego de pedalear media hora desde su casa. Los sábado era habitual que llegara una gran cantidad de gente para hacer la subida tanto a pie como en bicicleta, pues esa mañana de la semana estaba prohibido el uso de vehículos motorizados; así, quienes gustaban de ese paseo podían hacerlo con mayor seguridad y tranquilidad, sin correr el riesgo de ser atropellados por algún conductor apurado e imprudente.

El ciclista pedaleaba lentamente por el sinuoso camino que lo llevaría a la cumbre del cerro; llevaba años haciendo el mismo recorrido todos los sábados por la mañana, por lo cual ya se lo sabía de memoria. De tanto en tanto se encontraba con puestos de propaganda e hidratación que regalaban algún jugo, o simplemente agua para rellenar las botellas; sin embargo el ciclista venía con su botella llena de su domicilio, por lo que rara vez se detenía en alguno de los lugares habilitados para rehidratación. De todas maneras esa mañana podría ser diferente pues hacía demasiado calor, y ya se había bebido media botella en la primera media hora de pedaleo.

Tres horas más tarde el ciclista seguía ascendiendo el cerro, lo cual era extraño, pues nunca demoraba más de una hora, y en días malos. Recordaba que dos horas antes cuando creía estar por llegar la cabeza le ardió durante algunos segundos, luego de lo cual recobró el aliento y siguió pedaleando sin darle mayor importancia al evento. Ahora el hombre seguía su ascenso por un camino que no le era familiar, y por el más encima no circulaba nadie más. El hombre empezó a temer que había equivocado la ruta y se había perdido, por lo que detuvo su pedaleo.

El ciclista estaba cada vez más confundido. Para más remate la neblina había cubierto el cerro por lo que su campo visual se había limitado a no más de un par de metros, y el frío empezaba a hacer mella en su cuerpo. De pronto se hizo un claro en el nuboso ambiente y la situación se hizo aún más confusa: el hombre miró hacia abajo y vio la cumbre del cerro San Cristóbal. A los pies de la virgen había un cuerpo inerte vestido igual que él y de sus mismas características físicas rodeado de gente mirando con cara de sorpresa y desolación; luego miró hacia arriba y vio que la cumbre de lo que fuera que estaba subiendo se veía a no más de trescientos metros de distancia. Sin más que hacer montó su bicicleta para iniciar el último pedaleo de su existencia.