Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, enero 09, 2019

Matanza

El llanto de los niños era incesante en el lugar. Luego de la última explosión el miedo se había apoderado de los alumnos del colegio, quienes intentaban huir por todos los medios siendo contenidos por sus profesores, quienes debieron armarse de valor en esa extraña situación para evitar que el número de menores muertos aumentara a cada momento. Todo era caos en ese instante, y nadie entendía cómo una mañana normal se había convertido en esa debacle de sangre y muerte de un momento a otro; lo único con que soñaban los profesores, es que tan rápidamente como había comenzado todo, se terminara esa locura.

Esa mañana había comenzado como cualquier mañana en el colegio, padres acompañando a sus hijos a la entrada del lugar, transportes escolares llevando a los menos afortunados. A las ocho de la mañana sonó la campana, se izó la bandera, a las ocho veintidós llegó el último alumno atrasado autorizado para entrar. A las ocho treinta todos los niños estaban empezando sus clases. A las ocho cincuenta una extraña vibración se sintió en toda la estructura del colegio. A las nueve de la mañana una explosión en la sala del segundo básico B acabó con las vidas de todos los pequeños, y dejó gravemente herido al profesor; dos minutos más tarde las explosiones empezaron a sucederse una tras otra sin ritmo alguno.

Diez minutos más tarde empezaron los disparos. Al parecer era más de un tirador. Al parecer eran armas largas, pues uno de los profesores recogió un proyectil enorme que no parecía bala de pistola o revólver que había rebotado en un pilar estructural. Al parecer los homicidas sabían lo que hacían, pues dos de cada tres tiros alcanzaban a algún alumno o profesor, provocando casi inmediatamente la muerte de la víctima. Nadie entendía lo que estaba sucediendo, y todos luchaban por salir del lugar con vida.

Once y media de la mañana. El silencio se apoderó del patio del colegio. Uno de los profesores se atrevió a salir agazapado, y no fue herido por ninguna bala; de pronto se puso de pie y se largó a correr hacia la puerta de la entrada, logrando huir ileso. A los pocos segundos algunos profesores se atrevieron a sacar a sus cursos al patio, y lentamente hicieron ponerse de pie a los niños para que estuvieran en condiciones de correr hacia la puerta de salida. De improviso se escuchó un grito grupal, y desde la muralla del fondo del colegio un batallón de soldados ataviados con uniformes de la primera guerra mundial se lanzaron en carga de bayonetas para acabar con las vidas de todos los pequeños, que a sus alterados ojos que veían mitad en su realidad y mitad en la actual, correspondían con soldados enemigos.