Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, febrero 06, 2019

Secretaria

La joven secretaria miraba ensimismada el cañón del revolver. Encerrada en el baño de la empresa donde trabajaba por largos minutos, no hacía más que mirar el cañón del arma, como si en ello se le fuera parte de su vida. La atracción que le generaba el arma era completamente incomprensible para ella, pero lo suficientemente fuerte para no dejar el baño en el que estaba encerrada en esos momentos.

La joven llevaba casada dos años. Su marido, un guardia de seguridad privado, era un buen hombre pero desde que lo conoció lo consideró algo melancólico. Ahora el hombre estaba en el domicilio con reposo médico por una depresión que había aparecido casi de la nada, y que lo tenía sumido en una tristeza sin límites, en tratamiento con pastillas para el día y para la noche, y controlado al menos una vez a la semana por psicólogo, y una vez al mes por psiquiatra. La desesperación al inicio del cuadro los hizo consultar en todas partes, llegando inclusive a caer en manos de una médium que les dijo que en su departamento había una presencia maligna que se había apoderado del alma del hombre y le había causado dicho cuadro, cosa que fue rápidamente descartada por psiquiatra y psicólogo, quienes de inmediato se hicieron cargo del cuadro.

La joven mujer estaba nerviosa. Por su trabajo el hombre manejaba en el domicilio un revolver, y ella temía que por la mala evolución del cuadro el hombre intentara usarlo contra sí mismo. Esa mañana, y sin que él se diera cuenta, la mujer echó el arma en su bolso para llevarlo a su trabajo y mantenerlo alejado de él. Al despedirse de beso de su marido sintió un extraño viento entrando a su boca, pero no le dio mayor importancia; además, necesitaba salir del departamento rápido para que él no notara la ausencia del arma.

La joven secretaria miraba ensimismada el cañón del revolver. De pronto tres golpes en la puerta la sacaron de su concentración; una compañera de trabajo necesitaba el baño, por lo que debía desocuparlo luego. Sin pensarlo dos veces la joven colocó el cañón del arma en su boca y percutó un disparo que acabó con su vida de inmediato. Al instante la presencia maligna que había pasado del cuerpo de su esposo al suyo con el beso matinal se liberó, empezando rápidamente a buscar algún nuevo cuerpo para poseer dentro de los consternados compañeros de la joven secretaria.