La
joven ejecutiva bancaria estaba incómoda en medio de la reunión.
Andaba con un traje ajustado y tacos altos, había despertado bien en
la mañana, y luego de tomarse un café en la mañana había empezado
a hincharse de un modo casi incontrolable. A la media hora de la
reunión la ejecutiva casi no podía respirar de lo abultado que
tenía el abdomen, lo que la hacía cambiar de posición a cada rato
en su sillón de la mesa de reuniones. De pronto sus intestinos
empezaron a moverse ruidosamente, tanto así que el expositor en un
momento detuvo su discurso para autorizar a la joven mujer a ir al
baño y solucionar su incómoda situación. Luego de pararse
avergonzada salió de la sala de reuniones y se dirigió rauda al
baño.
La
joven ejecutiva entró al baño, y luego de asegurarse que el
dispensador de papel higiénico estuviera lleno, se sentó en el
sanitario para vaciar sus intestinos y terminar con su problema. Para
ella era casi incomprensible que un simple café la hubiera hinchado
tanto, pero no había nada más a qué culpar. La mujer de pronto
sintió que su intestino sonaba más de la cuenta, y empezó a obrar
profusamente.
Veinte
minutos habían pasado desde que la mujer empezó a obrar y todavía
seguía saliendo contenido desde sus intestinos. La joven de pronto
se asustó al pensar que con la cantidad que estaba obrando podía
llegar a tapar el sanitario, por lo que se puso de pie para ver qué
estaba botando. A duras penas logró contener el flujo de
deposiciones para ponerse de pie y mirar la taza; al mirar no podía
creer lo que estaba viendo. La taza del sanitario estaba llena de
tierra, gusanos, y una especie de sustancia negra que amalgamaba
todo; la joven asqueada de inmediato tiró la cadena dejando la taza
vacía, justo en el instante en que no pudo contener más sus
intestinos y debió sentarse a seguir obrando.
Media
hora más tarde sus intestinos seguían vaciando contenido a la taza
y seguían sonando, mientras la joven mujer intentaba comprender qué
le estaba pasando; de nuevo logró contener el flujo para ponerse de
pie y ver lo que estaba vaciando. Ahora la taza estaba llena de
baratas, arañas, más gusanos y la misma sustancia negra de antes.
La joven tiró la cadena y debió de inmediato volver a sentarse para
seguir vaciando sus intestinos quizás hasta cuándo. Mientras tanto
en su oficina la pequeña anciana encargada de hacer el aseo limpiaba
lenta y meticulosamente todos los muebles; al llegar a la cafetera
sacó el contenedor, lo olió, y botó su contenido al lavabo más
cercano. No quería que nadie por error tomara del brebaje que le
había echado la tarde anterior, luego de ser insultada por la
ejecutiva, y que había sacado de su enorme bagaje de pociones y
embrujos heredados y acumulados durante toda su vida.