Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, noviembre 13, 2019

Torneo

Los peleadores estaban frente a frente en el tatami. Era la final del torneo internacional de artes marciales en estilo libre, y los dos mejores combatientes de artes marciales tradicionales estaban de pie, uno frente a otro, esperando la orden del árbitro para empezar a dirimir el título de ese año. Ambos estaban con sus vestimentas tradicionales ordenadas: uno con karategui blanco y cinturón negro, el otro con yigui negro y faja roja. Las reglas eran simples, estaban permitidos todos los golpes y llaves menos los ataques a genitales y golpes a la nuca, por lo que la libertad de acción para ambos combatientes era enorme.

El árbitro coordinó con los jueces de las cuatro esquinas; los dos peleadores saludaron al juez, luego se pusieron frente a frente y se saludaron tradicionalmente entre ellos, y en cuanto el árbitro dio la orden empezaron a combatir. Ambos eran artistas marciales expertos, con al menos diez años de experiencia cada cual, por lo que no se guardaron nada. Los golpes de pies y puños iban y venían a una velocidad casi vertiginosa, para el deleite de los asistentes. Después de un minuto y medio de combate ambos aún no se habían tocado, y en ocasiones a los jueces les costaba apreciar si es que había contacto entre ellos y dónde.

Terminado el primer round ambos peleadores descansaron por un minuto. Extrañamente ninguno de los peleadores tenía gente en su esquina, por lo que cada cual se paró en un lado del tatami esperando la orden del árbitro para seguir las acciones. Al empezar el segundo round ambos peleadores empezaron a moverse algo más lentos, con movimientos más amplios, y a una mayor distancia. El árbitro, los jueces y el público no entendían nada, pero era imposible interrumpir el combate para tratar de dilucidar lo que estaba sucediendo.

Terminado el segundo round el árbitro se cruzó entre los peleadores para detener el combate, siendo ignorado por ambos. El árbitro no entendía qué pasaba, pero debió salir del medio para evitar ser golpeado. Los jueces empezaron a mover sus banderas, lo que también fue ignorado por los peleadores, quienes mantuvieron sus movimientos amplios y a una mayor distancia. En las graderías un viejo maestro japonés retirado que asistía todos los años a ver el torneo estaba fascinado: era el único capaz de ver que las almas de ambos guerreros estaban ataviadas con armaduras tradicionales y espadas del siglo XVII, y que estaban librando una batalla a muerte que nunca habían podido terminar en el campo de batalla cuatro siglos atrás.