Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 04, 2019

Voces

Voces. Voces sin cuerpo se escuchaban a distancia prudente. Voces que hablaban de todo y de nada, de cosas trascendentes y cosas nimias. Voces fuertes, voces suaves, susurros, silencios. La gente hablaba porque creía tener cosas que decirle a otros, y esos otros respondían lo que creían que debían responder. Los diálogos inundaban el aire, se mezclaban y generaban un ruido ininteligible; de vez en cuando una que otra palabra o frase rompían por completo la maraña de ruidos dejando entender un pequeño pedazo de un mensaje que después se hacía incomprensible. Y pese a todos esos diálogos, no se veía a nadie en el lugar hablando. De hecho, no había nadie en el lugar donde se escuchaban las voces.

Voces. Voces variopintas se escuchaban por doquier. Tonalidades, ritmos, tiempos, silencios. El ruido parecía una orquesta en el instante en que los instrumentos estaban afinando, antes que el director los hiciera callar para empezar a tocar la obra escrita en la partitura. Las voces hablaban todas en castellano, pero en distintos castellanos; unos pronunciaban bien, otros mal, otros hablaban suertes de dialectos con palabras a veces incomprensibles; inclusive algunos hablaban un castellano que parecía extemporáneo, con palabras ya en desuso y que pocos conocían, pero que eran capaces de asociar con términos modernos. Otros hablaban con palabras modernas, pero que para ellos tenían significados paralelos, lo que hacía difícil en algunos casos entender los diálogos. Y sin embargo y pese a todo, nadie había en el lugar donde se escuchaban las voces.

Voces. Voces que se hacían más potentes y más numerosas a medida que avanzaba la hora. Ya de madrugada el ruido era casi ensordecedor. Las palabras ahora eran definitivamente ininteligibles, por la cantidad de voces que se escuchaban a la vez; era imposible entender los diálogos con tantas voces dialogando. El aire estaba impregnado de palabras que nadie era capaz de entender, si ese alguien no era uno de los dialogantes y estaba concentrado escuchando a su interlocutor. Y así y todo, nadie había en el lugar que explicara tantas voces hablando a la vez.

Voces. Voces innumerables. El anciano caminaba escuchando las voces sin que nadie hubiera en el lugar. Pero ya estaba acostumbrado, llevaba décadas escuchando esas voces noche tras noche sin que nadie pareciera estar ahí para poder pronunciar esas palabras. El hombre de vez en cuando levantaba la vista, no para buscar respuestas en el cielo si no para ver cuando empezaba a aclarar y con ello a amainar las voces, hasta desaparecer con la luz del sol. Ya era costumbre para él, como nochero del cementerio, escuchar a sus residentes hablar noche tras noche.

1 Comments:

Blogger Icy said...

Qué buen finaaaallĺl!!!!! Me encantoooo!!!

9:01 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home