Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 20, 2020

Alumna

El viejo oficinista miraba las fotografías que había en su escritorio. Era extraño, pues no tenía idea de quiénes estaban retratados en dichos recuerdos, pero sabía que él las había puesto ahí, pues esa era su oficina hacía cerca de diez años, y hasta donde sabía sólo él y el guardia tenían copia de la llave. El hombre intentaba recordar las caras, los cuerpos y los eventos que veía en los retratos, pero su memoria se negaba a entregarle dicha información. Su cerebro era un archivador con llave, y él había perdido dicha llave.

El oficinista estaba trabajando en un reporte económico de una empresa que había contratado los servicios de la empresa donde él trabajaba para auditar los procesos del año anterior y así planificar el segundo semestre del año en curso. Luego de dos meses de recabar información estaba con todo el material necesario para hacer su trabajo adecuadamente. Esa mañana el hombre se sentó en su escritorio, encendió el computador y abrió los archivos que necesitaba para trabajar: en ese instante el hombre se dio cuenta que no sabía qué era lo que tenía que hacer ni cómo hacerlo. El hombre miraba la pantalla y n o sabía qué hacer con la información en ese momento.

A la media hora alguien tocó su puerta: era una alumna en práctica que le habían asignado para que aprendiera de él cómo hacer su trabajo. La muchacha lo saludó y sin decir más empezó a revisar los archivos y a redactar el informe. El hombre miraba a la muchacha trabajar concentradamente sin entender a ciencia cierta qué era lo que estaba sucediendo, y se sentía mal pues sabía que la muchacha estaba haciendo su trabajo y que él no era capaz siquiera de entender lo que ella hacía. La joven de pronto se paró, salió de la oficina para volver con dos tazas de café caliente; mientras la muchacha se sentó y empezó a beber el suyo mientras trabajaba, el hombre bebía de su taza con pena y vergüenza.

Dos horas más tarde la muchacha terminó su trabajo, luego de lo cual salió de la oficina. En ese momento entró su jefe sonriendo, pues había recibido en su correo el informe de la auditoría completo, ordenado y bien presentado para ser enviado a quienes los habían contratado para dicho menester. Luego de felicitar efusivamente al viejo oficinista, se retiró del lugar no sin antes mirar el escritorio del hombre y fijarse que mantenía esa extraña costumbre de servirse dos tazas de café. Mientras el jefe salía de la oficina satisfecho, el viejo oficinista seguía sin entender qué había sucedido ni quiénes eran las personas en sus fotografías. En otro plano estaba la muchacha mirando cómo su protegido, quien ya llevaba cinco años cursando una demencia, intentaba entrar en sus recuerdos y entender lo que había sucedido; mientras sus deidades se lo permitieran, no dejaría que el hombre que la salvó de la hoguera hacía ya diez vidas atrás sufriera por algo que no fuera por su memoria.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Bravo maestro, gracias totales por una historia redonda y directa, vuestra pluma nos lleva de la mano de un brillante relato del paseo por la calle de la mnesia. independientemente de las vidas pasadas de sus protagonistas. Salud

10:58 a.m.  
Blogger Unknown said...

Debo decir, que son muy interesantes sus historias. Deja pensando, cosa que hace mucho no lo hacía.
Gracias, por ayudar a desconectar mi mente de todo esto que esta pasando.

2:46 a.m.  

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