Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 10, 2020

Hora

El estudiante estaba sentado en su escritorio en la pensión donde arrendaba una habitación para vivir, luchando contra sus incontenibles ganas de dormir mientras tenía frente a él una guía que debía desarrollar para la mañana siguiente. La carga académica en su carrera era enorme, por lo que a la una de la mañana aún le quedaba dicho trabajo por terminar, y que más encima debía entregar a las ocho de la mañana. El joven veía en el reloj de su computador cómo la hora avanzaba inexorablemente sin que fuera capaz de encontrar cómo desarrollar el tema. Mientras miraba el techo y las paredes en busca de la iluminación necesaria para completar su trabajo, se dio cuenta que el reloj de pared que tenía sobre el computador estaba parado a las dos con cincuenta minutos. Probablemente su pila se había agotado mientras él estaba en clases, y recién a esa hora lo había notado. Debería recordar entonces al día siguiente comprar una pila para reponer la del reloj en la librería de la universidad.

La hora avanzaba y nada aparecía en la cabeza del muchacho. El reloj del computador marcaba las dos de la mañana, y su mente seguía en blanco. El joven se paró en silencio y se dirigió lo más sigiloso que pudo a la cocina de la pensión a prepararse un café, pues ya sabía que esa noche sería eterna, y probablemente la pasaría en vela mientras lograba desarrollar la guía. Luego de tomarse el café y conversar a susurros con otro alumno desvelado en la cocina volvió a su habitación. El reloj del computador marcaba las dos y media de la mañana.

La hora pasaba y el muchacho no sabía qué hacer para estimular su cerebro. De pronto algo hizo click en su cabeza, sacó los apuntes de una clase dictada dos semanas atrás, y ahí por fin encontró el modo de desarrollar la mentada guía. El joven vio la hora en el computador, ya eran las dos con cincuenta minutos. Si se apuraba pretendía terminar el trabajo cerca de las cuatro de la mañana, lo que le aseguraría al menos un par de horas de sueño. Sin más que pensar empezó a revisar los apuntes y a desarrollar su guía.

Al terminar el trabajo el joven ya estaba muerto de sueño. De reojo miró el reloj del computador, el que extrañamente aún marcaba las dos con cincuenta. Seguro de estar viendo visiones producto del sueño se dispuso a dormir, esperando que el despertador del celular lo despertara a la hora de siempre. El joven durmió profundamente, y de pronto despertó sobresaltado: el despertador de su celular no había funcionado y había pasado de largo.

El joven se incorporó raudo. De pronto se dio cuenta que algo extraño estaba pasando, pues su reloj de pulsera seguía marcando las dos con cincuenta, tal como el reloj del celular. El muchacho encendió el computador, y su reloj marcaba la misma hora. El muchacho se puso a contar en silencio hasta ciento veinte, luego de lo cual volvió a mirar la hora en todos los dispositivos: todos seguían marcando las dos con cincuenta de la mañana. El joven se quedó sentado en la silla del escritorio, mientras el reloj de la pared marcaba la hora que desde ese tiempo sería la única hora existente en su vida.