El
médico esperaba la llegada de sus pacientes de esa mañana en su
oficina. El profesional llevaba más de veinte años ejerciendo, por
lo que te nía una amplia cantidad de pacientes que consultaban con
él, tanto por su calidad profesional y humana como por costumbre y
precios asequibles. A esa hora generalmente el médico ya había
atendido tres o cuatro personas; sin embargo esa mañana nadie había
llegado a su consulta. El hombre veía en la pantalla de su
computador su agenda llena y hasta ese momento nadie había llegado a
su hora.
El
médico llevaba más de dos horas esperando la llegada de los
pacientes de su agenda sin que nadie apareciera. El profesional
estaba algo cansado por lo pesada de esa semana laboral, por lo que
decidió dormitar un rato en su silla: el hombre conocía a su
recepcionista, y sabía que la mujer era bastante ruidosa, por lo que
sabría rápidamente cuando alguien llegara a atenderse por todo el
alboroto que armaría la mujer. Sin darle más vueltas al asunto el
hombre se acurrucó en su silla y a los pocos minutos cayó en un
profundo y reponedor sueño, llegando inclusive hasta a soñar en el
proceso.
El
médico despertó algo sobresaltado. Luego de algunos segundos
recordó que estaba en su oficina y no en su cama, y que sólo había
dormido una breve siesta en espera de la llegada de sus pacientes. Al
ver la hora el hombre descubrió que había dormido más de una hora,
por lo que de inmediato se paró de la silla, se dirigió al
lavamanos y se lavó la cara para limpiar los rastros de la siesta y
la cara de sueño que aún lo acompañaba. El hombre miró la
pantalla donde seguía estando su agenda llena, y seguía sin
entender por qué esa mañana nadie había llegado a su consulta. Sin
más que hacer el médico levantó el auricular de su
intercomunicador para preguntarle a su secretaria qué había pasado.
El
médico estaba algo confundido, pues luego de seis intentos nadie
contestó su llamado. El hombre decidió romper su rutina y salir a
la sala de espera para ver qué estaba pasando; en el lugar no había
nadie, y su secretaria tampoco estaba. El hombre no estaba seguro si
la mujer había llegado a trabajar o no esa mañana; al no ver a
nadie, decidió salir por la puerta de acceso a la calle para ver
cómo estaba el flujo de personas en la vía pública. Extrañamente
nadie deambulaba a esa hora por la calle, que normalmente estaba muy
concurrida. El médico entonces decidió caminar hacia la avenida
principal para tratar de entender qué pasaba: al llegar al lugar
tampoco había nadie en la calle. El hombre entonces siguió
caminando para tratar de encontrar a alguien. Luego de dos horas de
marcha entendió que la gente había desaparecido del barrio; el
médico jamás lograría saber que casi la totalidad de la raza
humana había sido secuestrada del planeta, y que unos pocos habían
quedado en el lugar para intentar dar inicio a un nuevo futuro.