Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, julio 29, 2020

Abrigo

A las cuatro de la mañana la anciana caminaba en silencio por el medio de la acera. A esa hora nadie deambulaba por ese lugar, por lo que la anciana se sentía tranquila y segura de que nada le habría de suceder pese a lo avanzado de la hora: En toda su marcha no había visto pasar más de cuatro vehículos a alta velocidad, por lo que la mujer sentía que la calle era entera para ella: en medio de la vía pública, la mujer estaba sola.

La anciana vestía un viejo y largo chaquetón que le llegaba más abajo de las rodillas, con el que cubría todo su cuerpo y el resto de su vieja y raída ropa, y la ayudaba a paliar el frío; calzaba además unas antiguas botas militares que le quedaban perfectas para sus hinchados pies. La mujer caminaba erguida, mirando al frente y pese a su edad, avanzaba con tranco firme y rápido. A esa hora su único pensamiento era llegar a destino para ponerse ropa más gruesa y dejar de estar muerta de frío.

La mujer seguía avanzando. De pronto vio a lo lejos un punto de color naranja brillante, que lentamente se hacía más grande sin dejar de ser bastante pequeño; cuando el punto estaba a una cuadra reconoció lo que era: un cigarrillo encendido en la boca de un hombre alto y bastante corpulento. La anciana siguió avanzando erguida hacia el enorme hombre, con la intención de pasar por su lado y seguir su camino. El hombre pasó al lado de ella: de pronto la mujer sintió un poderoso brazo que se cerraba sobre su cuello.

El asaltante ya tenía a la anciana en su poder, en breves segundos podría llevarse todo lo que la mujer llevaba bajo su elegante abrigo de piel natural, que pudo reconocer a primera vista por su experiencia delictiva; era raro que una mujer caminara de madrugada con dicha prenda, pero ello le había dado una presa fácil. El hombre intentó meter su mano libre bajo el abrigo; de pronto se sintió proyectado en el aire por sobre el hombro de la mujer, para caer pesadamente sobre el pavimento. Antes que el delincuente pudiera reaccionar, la mujer tenía puesta una de sus botas sobre el cuello del hombre; sin pensarlo dos veces, la mujer presionó su bota hasta que un crujido se escuchó bajo ella, y un violento espasmo recorrió el cuerpo del asaltante, luego de lo cual quedó inmóvil para siempre. La soldado del ejército ruso de la segunda guerra mundial ordenó su ropa y siguió su marcha, a ver si esa noche lograba por fin encontrar la luz para seguir su camino a la inmortalidad.