Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, julio 08, 2020

Enfermedad

La joven muchacha yacía postrada en su cama. Desde hacía un par de meses la joven no se podía levantar por un dolor gigantesco que comprometía ambas caderas y le impedía mantenerse en pie. Su familia, bastante pudiente, la había llevado donde varios traumatólogos, un par de reumatólogos, un neurólogo e inclusive un psiquiatra, sin que nadie fuera capaz de explicar la temprana y repentina invalidez de la muchacha.

La joven tenía veintidós años, y hasta dos meses atrás era una joven normal, estudiante regular de una universidad privada, deportista amateur bastante constante para sus entrenamientos sin por ello dejar de lado sus estudios, amiga de sus amigos y sin enemigos conocidos. La joven había estado pololeando hasta hace cuatro meses atrás, por lo que llevaba dos meses soltera hasta que le dio la extraña enfermedad. Su padre, a sugerencia del último traumatólogo le había comprado una silla de ruedas para facilitar su movilidad hasta que alguien fuera capaz de encontrar la causa de la invalidez de la joven.

La muchacha vivía con dolor las veinticuatro horas del día. No había ningún tratamiento capaz de aliviar su sufrimiento, por lo que su vida era cada día un poco peor que la jornada anterior. Sin embargo la joven tenía la fortaleza necesaria para no echarse a morir, por lo que todas las tardes, al menos de esa última semana, salía a dar alguna vuelta de algunas cuadras en su silla de ruedas; usando los guantes que otrora usara para levantar mancuernas, estaba logrando aumentar paulatinamente la velocidad de desplazamiento, e inclusive ya estaba pensando en inscribirse en alguna corrida para hacer la ruta en su silla.

Esa tarde la muchacha avanzaba rauda por la vereda. De pronto un joven se cruzó en su camino; la muchacha al verlo quedó paralizada de terror. Frente a ella estaba su ex pareja, con una expresión de odio infinito en su rostro. En su mano llevaba un muñeco de tela que tenía en la cara una foto del rostro de la muchacha, y en el cual se veía una gruesa aguja con una colorida cabeza roja, que atravesaba ambas caderas. La muchacha estaba desconcertada, no entendía cómo su ex pareja estaba haciendo eso con ella. En ese instante el miedo la invadió: el joven sacó de su bolsillo otra aguja igual a la que el muñeco tenía clavada, y empezó a clavarla lentamente a la altura de los hombros del muñeco.