Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, julio 01, 2020

Mascarilla

El hombre caminaba feliz por la calle con su mascarilla, la que protegía su nariz y boca del riesgo de infectarse con el virus que estaba causando estragos en el mundo. Él generalmente usaba mascarilla para protegerse, pero desde el inicio de la pandemia se sentía casi uno más en la sociedad en que se desenvolvía; ya no era el diferente o el raro, sino uno más.

El hombre se movía raudo por la calle, evitando al resto de los transeúntes a quienes parecía que las mascarillas los hacían caminar más lento; el hombre llevaba meses usándolas a diario, por lo que ya se había acostumbrado a las escasas molestias que le provocaban. El hombre estaba tranquilo y contento, lo que era evidente sólo con verlo.

El hombre llegó a una esquina donde había cuatro jóvenes bebiendo sentados en el suelo. Al verlo, uno de ellos se puso de pie y le cortó el paso. De inmediato sus amigos se pusieron de pie y entre los cuatro empezaron a molestar al hombre, quien sin hablar intentaba seguir su camino y evitar a los muchachos. De pronto empezaron a empujarlo, hasta que uno de ellos e hizo perder el equilibrio, cayendo pesadamente al suelo.

El hombre estaba asustado; en ese instante uno de los muchachos se agachó e intentó sacarle la mascarilla. El hombre se la cubrió con ambas manos mientras los cuatro muchachos luchaban contra él para quitarle su protección. El hombre estaba desesperado y protegía su mascarilla con todas sus fuerzas, sin embargo las fuerzas de los cuatro hombres fueron mayores que sus esfuerzos. Cuando le quitaron la mascarilla el que la tenía en la mano la dejó caer, y los cuatro muchachos huyeron despavoridos: el hombre no tenía boca ni nariz, y en los bordes se notaban marcas de dientes. Mientras se colocaba su mascarilla recordaba cómo ocho meses atrás su novia, contagiada por el virus zombie, le había arrancado media cara con los dientes antes que él pudiera matarla con su escopeta, y aún no lograba explicarse por qué no estaba contagiado.