Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, agosto 05, 2020

Pantalla

El viejo hombre miraba la pantalla del computador mientras bebía una taza de café, tratando de encontrar las respuestas a aquellas preguntas que cientos de veces se había hecho. Esa fría mañana su vida le había regalado un nuevo quiebre en su realidad, y aún estaba empezando a digerir lo que se vendría en su vida de ahí en más. El café lograba darle la sensación de calentar en algo su cuerpo, efecto que no lograba con su alma, la que seguía congelada en el tiempo como tantas otras veces en su vida. Su existencia hasta ese momento era la fiel prueba de la existencia del eterno retorno.

Los minutos pasaban, el café se consumía, pero su mente seguía paralizada en el tiempo. Hacía menos de ocho horas su hija menor había muerto, al igual que sus otros cuatro hijos previamente; todos habían nacido con una malformación cardíaca congénita, y pese a ello él y su esposa insistían en seguir creando hijos, a ver si alguno sobrevivía. Luego del nacimiento de su quinta hija, y al enterarse que también tenía la malformación, su esposa lo abandonó con la pequeña, por lo que él estaba a cargo de los cuidados de la niña, ayudado por su hermana mayor. Pese a saber el destino que le esperaba a su hija, no dejó nuca de darle los mejores cuidados posibles.

El hombre miraba desolado la pantalla. Había encendido el computador casi por automatismo, y ahora miraba la pantalla esperando que le diera las respuestas que la vida no era capaz de darle. No entendía por qué la vida se había ensañado tanto con él, dejándolo solo y devastado, sin esperanzas para el futuro y sin saber qué camino tomar. El hombre sabía que tenía una vida armada con trabajo, buen sueldo y bienes suficientes para subsistir sin problemas; sin embargo el vacío en su alma era mayor que todos los bienes a su haber.

El viejo hombre no dejaba de mirar la pantalla del computador. De pronto su alma se quebró, y gruesas lágrimas empezaron a salir de sus ojos. En ese instante el hombre sintió una leve presión en su espalda que lo tranquilizó casi automáticamente. Segundos después una segunda presión se sumó, y así hasta completar cinco. El hombre entendió que las almas de sus hijos habían aparecido para consolarlo; nunca sería capaz de entender que en realidad las almas de sus hijos estaban intentando quitarle energía para que sufriera por su porfía al seguir trayéndolos al mundo para una muerte segura.


1 Comments:

Blogger Jorge Hoffmann said...

Jajajajaa, que buen final.

6:45 p.m.  

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