Dicen
que el tiempo lo cura todo. Yo no creo que eso sea cierto.
Hace
tres años salí a beber a un bar con algunos amigos. Esa noche me
embriagué tanto que perdí el conocimiento. Cuando desperté estaba
en una camilla de una clínica con un enorme parche en mi ojo
izquierdo. Media hora más tarde apareció un médico junto a dos
carabineros. Ellos me contaron que a mi y a mis amigos nos asaltaron
a la salida del bar, que en el asalto reventaron mi ojo con algún
objeto duro (un cuchillo tal vez) y que había perdido dicho ojo.
Luego del estupor al saberme medio ciego, me contaron lo peor: a mis
amigos los asesinaron y nos dejaron a todos botados en la calle.
Llevo tres años esperando a que el tiempo me devuelva mi ojo y a mis
amigos.
Hoy
por fin me atreví a salir de noche de nuevo. Luego de tres años con
psicólogo y psiquiatra llegó el momento de enfrentar de una vez por
todas mis miedos. Fui a un bar a algunas cuadras de mi casa, solo. Me
senté en la barra con mi vistoso parche tipo pirata en el ojo
izquierdo y pedí el mismo whisky que bebí en exceso la noche en que
mi vida cambió.
Hacía
mucho tiempo que no disfrutaba una noche sin culpas. Bebí tres
whiskies, conversé con el barman, con dos o tres meseros y con dos
personas que bebían en la barra. Por fin mis miedos empezaron a
desvanecerse, ya no me sentía culpable por el homicidio de mis
amigos, y pude saborear con tranquilidad mi whisky favorito cerca de
mi casa pero fuera de ella. La vida parecía volver a tener algo de
sentido pese a todo lo perdido aquella fatídica noche. Cuando empecé
a sentirme mareado al terminar el tercer vaso pedí la cuenta; ahora
debería enfrentar mis mayores miedos.
Caminaba
nervioso a mi casa. De pronto detrás de un árbol apareció alguien
cuyo rostro no pude ver, con una túnica de un color indeterminado y
un reloj de arena en sus manos. De inmediato empecé a pensar qué
querría ese loco disfrazado a esas horas de la noche en la calle. El
personaje apuntó su mano libre a mi rostro: un extraño crujido se
dejó sentir en mi cabeza, y de pronto un dolor incontenible se
apoderó de mi vacía cuenca. Un minuto después creí ver una sombra
negra donde no había ojo: al sacarme el parche descubrí que ese
extraño individuo había hecho que mi ojo se regenerara. En ese
instante comprendí que frente a mi estaba el Padre Tiempo, curándolo
todo. De pronto el ser apuntó su mano libre por sobre mí: un par de
segundos después sentí algo tocando mis hombros. Al mirar, vi
esqueletos de manos tocándome en silencio.