Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 23, 2020

Gato

El gato negro se paseaba tranquilamente esa mañana entre los postes instalados en la plaza. Todos los transeúntes lo evitaban, mientras los guardias observaban concentradamente cada movimiento del animal y de los humanos. El gato no tomaba en cuenta a nadie y seguía caminando entre los postes, algo extrañado que ningún humano lo acariciara; sin embargo ello no era motivo de preocupación, pues ya había comido hasta la saciedad y las caricias eran agradables mas no imprescindibles.

A medida que pasaba el tiempo la gente empezaba a aglomerarse en la plaza, y todos se preocupaban de evitar al gato para no meterse en problemas. El animal mientras tanto se había sentado en el suelo a descansar y acicalarse, en espera a que algún humano lo tomara en cuenta. A cada instante más gente y más guardias ocupaban el lugar, hasta que de pronto los guardias empezaron a ordenarse y a hacer una especie de pasillo desde una de las entradas de la plaza y que llevaba directamente a los postes.

El gato estaba algo aburrido, pues había hecho de todo y no había conseguido que algún humano lo acariciara. Ahora simplemente descansaba mientras los rayos del sol empezaban a calentar su pelaje, lo que aminoraba en algo su desidia. De pronto la multitud empezó a gritar, lo que en un principio asustó al gato. Desde la entrada de la plaza avanzaba una carreta vieja con dos mujeres de edad mediana en su interior, vestidas con túnicas que alguna vez fueron blancas, atadas de manos y con rostros que denotaban cansancio y dolor. Por delante y detrás de la carreta avanzaban sacerdotes ricamente ataviados portando sendas cruces que cada cierto tiempo mostraban a los rostros de ambas mujeres. El gato apenas las miró, y siguió tomando el sol.

El sacerdote de mayor edad hizo callar a la multitud, para empezar a leer en voz alta una lista de crímenes contra la iglesia cometidos por las mujeres, mientras los guardias las bajaban y las amarraban a los postes, para luego rodearlas de maderos secos a sus pies. El gato levantó la cabeza al ver antorchas encendidas y la bajó al ver que eran para encender los maderos a los pies de los postes donde estaban atadas las mujeres, quienes empezaron a gritar, desesperadas.

El gato se puso de pie. La gente gritaba desaforada mientras quemaban vivas a dos mujeres acusadas de brujería. De pronto el animal vio un alma maligna y se acercó a acariciarla de inmediato, siendo correspondido con sendas caricias en su cabeza. Sólo uno de los guardias vio al gato negro acariciar y ser acariciado por el sacerdote más joven de la procesión. Como era su obligación, guardó silencio hasta el día de su muerte.